“Traición: alevosía, deslealtad, perfidia, infidelidad”. Todas estas palabras son sinónimos de “traición” y cada una de ellas va sumando un acto más de impiedad a la acción. La alevosía sugiere que, el traidor, además del acto en contra del traicionado, es responsable y consciente del daño que pretende hacer. La deslealtad y la infidelidad implican un pacto, un vínculo o acuerdo entre el traidor y el traicionado hecho antes de manera explícita.
En la Biblia tenemos varias historias que nos relatan de traiciones: Saúl, por ejemplo, traicionó a David y a Dios con su desobediencia.
En el capítulo 14 del libro de Juan, las Escrituras nos relatan el triste papel de Judas Iscariote como el traidor de Jesús, su maestro y Rabí, a quien había acompañado por tres años, de día y de noche. De quien había recibido la encomienda de salvaguardar y administrar los recursos para la provisión de los apóstoles. Y a quien, en un acto explícito de desaprobación por la forma en que se conducía como líder, entregó a sus perseguidores.
La pena me embargó tanto por Judas como por Cristo. ¡Que ciego tuvo que haber sido el pobre Judas como para no creer en Jesús después de presenciar milagros e incluso compartir los dones que les otorgó en diferentes momentos! ¡Cuánta soberbia contenía su corazón como para no poder renunciar a sus expectativas sobre la liberación de su pueblo por medios humanos! ¡Cuánto sufrimiento debe haber padecido al saberse el autor de la terrible e inmisericorde tortura de Jesús, al que seguramente amaba!
Pero, ¿y Jesús? ¿Acaso no amaba a Judas y, sabiéndolo todo como Dios que es, no sufrió de antemano sabiendo que lo entregaría a sus enemigos? ¡Cuánto debe haber sufrido Jesús por Judas, pues sabía del dolor que viviría redargüido con tal fuerza que hasta la vida perdería! ¡Que tragedia vivir el día junto a Judas conociendo de su mentira!
En la relación de Jesús y Judas existía amor y, por un tiempo, lealtad por parte de Judas. Y eso hace que la traición duela más, probablemente, que la consecuencia de la traición.
Tristemente, me doy cuenta, de que todos apuntamos con el dedo a Judas y lo juzgamos pensando en su baja condición moral por lo que hizo, pero, siendo honesta, reconozco que más de una vez he traicionado a Jesucristo haciendo lo mismo que Judas. Yo también he intentado forzar la voluntad de Dios y pretender resolver los problemas a mi modo haciendo a un lado los principios que Él me marca. Y, con mi conducta, he entregado el nombre de Jesús en manos de sus enemigos.
Mi conciencia me acusa y me duele pensar que, muchas veces, lo he traicionado y avergonzado Su nombre. Y tú, ¿encuentras algo de la vida de Judas en tu propia historia?. . . ¡Piénsalo bien!
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