lunes, 25 de abril de 2011

"Nadie quiere a Dios"

A manera de ejercicio, hoy decidí intentar escribir un párrafo acerca Dios como si fuera una persona a la que yo debiera presentar ante un público de oyentes. Haciendo uso de un buscador electrónico en la Biblia, escribí: “Dios es. . .”
El primer versículo que obtuve de mi búsqueda fue: “Dios es amor” (1 Juan 4:16)
La respuesta llamó mi atención y continué leyendo el listado que arrojó a continuación:
“. . .Y su amor para con los hombres” (Tito 3:4); “El Señor encamine vuestros corazones al amor de Dios” (2 Tesalonicenses 3:5); “Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, . . .” (Efesios 2:4); “. . . y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento. . .” (Efesios 3:19); “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos. . .” (2 Corintios 13:14); “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. . .” (Romanos 5:8). . .
¡Vaya revelación!, y no me refiero al hecho de que yo desconozca del amor de Dios, sino al descubrir una de las razones por las que, en nuestra sociedad contemporánea, ¡Nadie quiere a Dios en su vida! 
Nosotros los creyentes como divulgadores de Su mensaje, desafortunadamente, hemos tomado la estrategia de resaltar con mucho énfasis en nuestros oyentes la urgencia de que reconozcan su condición de pecadores y su necesidad de Cristo para salvarlos de un destino de perdición. Desplegamos una interminable lista de reglas para convencerlos de que las han infringido, cuando, de principio a fin en las Escrituras, Dios dejó asentado reiteradamente que, lo que lo ha movido desde la creación del mundo, es ¡su infinito amor por nosotros!
¿Cómo he podido olvidar hablar de la esencia del corazón de Dios y la razón de la presencia de Cristo entre nosotros?
Cuando tú hablas a otros de Dios, ¿cómo lo presentas? ¿Como el Dios castigador y airado, o como el que ama sin límites?. . . ¡Piénsalo bien!

sábado, 23 de abril de 2011

"Palabras"

La Biblia es, a fin de cuentas, un libro que, como todos, utiliza palabras para expresar ideas, relatar historias, documentar hechos y registrar evidencia de la vida de los que Dios eligió para enseñarnos algo.
Los creyentes la leemos constantemente con la certeza de que, siendo inspirada por Dios, encontraremos respuestas para avanzar en el desarrollo de nuestra fe. Yo, después de 8 años, 6 meses y 24 días de camino en la fe, he leído la Biblia 4 veces y apenas caigo en la cuenta de que, muchas veces, sólo he llegado a la lectura de palabras para comprender superficialmente la idea. Otras ocasiones, siguiendo la invitación de la Palabra, he meditado en ellas. Pero, hasta hoy, es que estoy comenzando a sopesar la trascendencia de lo que implica vivir conforme a ella.
Y todo surge cuando se del abatimiento en el que vive una entrañable amiga, cuyo resumen de vida en el último año incluye: dejar el país que fue su hogar por más de 20 año; dificultades económicas graves; rezago profesional de varios años a pesar de ser una mujer brillante; la pérdida del negocio de su esposo; ver partir a su hijo; la desintegración de la empresa en la que veía la esperanza de resurgir profesionalmente y, muchos otros eventos que, uno a uno, la han dejado con las manos vacías. Sin proyecto definido de vida y sin dirección clara, sintió el desasosiego natural del que parece haber quedado atrás y olvidado de Dios.
Al pensar en su historia, no pude evitar preguntar a Dios: ¿Qué estás haciendo en la vida de quien te sigue y te busca de todo corazón, Señor?
Un versículo, que sólo habían sido palabras en mi memoria, se hizo respuesta viva: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20).
¡Juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí!
¿Qué hizo Jesús al morir en la cruz?, pensé. Entregó su vida, renunció a la gloria en que vivía para estar entre nosotros y por amor a nosotros. No nos dio algo, ¡se entregó a sí mismo por mí y para seguir la Voluntad del Padre!
Si como creyentes vivimos para entrenarnos para ser más como Cristo, ¿Por qué me sorprende que mi amiga, que anhela seguir a Jesús para sentir la presencia de Dios intensamente, esté teniendo que crucificar cada uno de sus anhelos? ¿No será que, para que la Voluntad de Dios se de en su vida plenamente, Él está haciendo espacio?
¡Vaya que tomé a la ligera la Palabra de Dios cuando habló de “ser crucificado”!
Y tú, cuando lees la Biblia, ¿qué tanto estás entendiendo su mensaje?. . . ¡Piénsalo bien!

viernes, 22 de abril de 2011

"Voluntades"

Caifás era el que había aconsejado a los judíos que era preferible que muriera un solo hombre por el pueblo”, leemos en el libro de Juan (18:14) y la cita parece referirnos que aquel religioso judío tomaba la decisión de sacrificar a Jesús, uno de los suyos, por el bienestar del resto del pueblo israelita. Y eso podría parecer una razón justificable y hasta cierto punto, sabia.
Pero, ¿qué movía en realidad a aquel hombre? ¿Era su motivación verdaderamente interesada en proteger a los suyos?
Otros pasajes nos hablan de la irritación que los religiosos sentían por la popularidad de Jesús y porque sus predicaciones no hablaban de las religiosidad con la que ellos se empeñaban en sujetar al pueblo, sino de una relación de amor con Dios.
La voluntad de aquel grupo de dirigentes religiosos judíos era que Jesús muriera para acabar con el problema.
Paralelamente, otra Voluntad estaba dando curso a la historia en la vida de Jesús, una con motivaciones y razones muy distintas, fundabas en un verdadero amor y con miras, también, a resolver un enorme problema: la muerte eterna de los humanos.
Probablemente, cuando Cristo expiró en aquella cruz, Caifás, Anás y el resto del sanedrín, reunidos se congratularon por haber logrado su cometido. A su entender, su voluntad había prevalecido, sin imaginar que no había sido su voluntad sino la de Dios y Jesús mismo la que había llevado todo a ese fin. Ellos, que se creyeron los autores intelectuales, no fueron más que instrumentos del verdadero Autor, Dios.
¿Cuántas veces no he pensado que estoy en manos de gente que, con sus decisiones, maneja mi futuro? Y, ¿cuántas veces más, yo misma, me he creído capaz de forjar mi destino?
No sé qué estarás viviendo ahora, pero, ¿quién crees que está dirigiendo el cauce de tu vida?. . . ¡Piénsalo bien!

jueves, 21 de abril de 2011

"Traición"

“Traición: alevosía, deslealtad, perfidia, infidelidad”. Todas estas palabras son sinónimos de “traición” y cada una de ellas va sumando un acto más de impiedad a la acción. La alevosía sugiere que, el traidor, además del acto en contra del traicionado, es responsable y consciente del daño que pretende hacer. La deslealtad y la infidelidad implican un pacto, un vínculo o acuerdo entre el traidor y el traicionado hecho antes de manera explícita.
En la Biblia tenemos varias historias que nos relatan de traiciones: Saúl, por ejemplo, traicionó a David y a Dios con su desobediencia.
En el capítulo 14 del libro de Juan, las Escrituras nos relatan el triste papel de Judas Iscariote como el traidor de Jesús, su maestro y Rabí, a quien había acompañado por tres años, de día y de noche. De quien había recibido la encomienda de salvaguardar y administrar los recursos para la provisión de los apóstoles. Y a quien, en un acto explícito de desaprobación por la forma en que se conducía como líder, entregó a sus perseguidores.
La pena me embargó tanto por Judas como por Cristo. ¡Que ciego tuvo que haber sido el pobre Judas como para no creer en Jesús después de presenciar milagros e incluso compartir los dones que les otorgó en diferentes momentos! ¡Cuánta soberbia contenía su corazón como para no poder renunciar a sus expectativas sobre la liberación de su pueblo por medios humanos! ¡Cuánto sufrimiento debe haber padecido al saberse el autor de la terrible e inmisericorde tortura de Jesús, al que seguramente amaba!
Pero, ¿y Jesús? ¿Acaso no amaba a Judas y, sabiéndolo todo como Dios que es, no sufrió de antemano sabiendo que lo entregaría a sus enemigos? ¡Cuánto debe haber sufrido Jesús por Judas, pues sabía del dolor que viviría redargüido con tal fuerza que hasta la vida perdería! ¡Que tragedia vivir el día junto a Judas conociendo de su mentira!
En la relación de Jesús y Judas existía amor y, por un tiempo, lealtad por parte de Judas. Y eso hace que la traición duela más, probablemente, que la consecuencia de la traición.
Tristemente, me doy cuenta, de que todos apuntamos con el dedo a Judas y lo juzgamos pensando en su baja condición moral por lo que hizo, pero, siendo honesta, reconozco que más de una vez he traicionado a Jesucristo haciendo lo mismo que Judas. Yo también he intentado forzar la voluntad de Dios y pretender resolver los problemas a mi modo haciendo a un lado los principios que Él me marca. Y, con mi conducta, he entregado el nombre de Jesús en manos de sus enemigos.
Mi conciencia me acusa y me duele pensar que, muchas veces, lo he traicionado y avergonzado Su nombre. Y tú, ¿encuentras algo de la vida de Judas en tu propia historia?. . . ¡Piénsalo bien!

lunes, 18 de abril de 2011

"Derrocado"

Tal vez uno de los conflictos mayores que enfrentan lo creyentes jóvenes actualmente es sobre el mandamiento explícito de Dios: “No harás yugo desigual”. Y, leyendo el antiguo testamento, veo que Dios pedía a Israel, una y otra vez, que no se unieran en matrimonio con los habitantes de pueblos que practicaban la idolatría y no lo honraban.
Parece que la razón para esa instrucción resultaba muy obvia. La adoración de ídolos era y había sido una de las razones para el alejamiento de Israel de la presencia de Dios. Y que en nuestros tiempos, donde ya no es tan evidente la presencia de tales ídolos, el mandamiento pareciera que ha perdido vigencia.
Una sola imagen me hizo descubrir que los ídolos, aunque ya no son de piedra, siguen siendo el motivo de una persona para alejarse de Dios y desplazarlo por una nueva imagen de adoración.
Aunque es difícil pensar que el bello rostro de una joven puede convertirse en el ídolo que sube al trono que sólo Dios debiera ocupar en el corazón de un hombre, la realidad es que Dios es derrocado con más frecuencia de la que quisiéramos por un par de ojos bonitos.
Ante la disyuntiva de los jóvenes para optar entre Dios o la persona por la que se sienten tan atraídos, su fe se ve disminuida para evitar que se interponga a su decisión de conservar a su ser amado.
Confieso que siento una profunda tristeza por nuestros jóvenes y otra, aún más grande, por el dolor de Dios al sentirse desplazado. Y me pregunto, además de una pareja, ¿cuántos más ídolos no estarán ocupando el lugar de Dios en nuestra vida?. . . ¡Piénsalo bien!

"Título"

Cuando vamos de viaje, un sólo pensamiento puede marcar la diferencia sobre nuestra forma de vivir el trayecto: nuestro destino.
No es lo mismo un viaje cuyo fin es el encuentro con un cliente que nos espera con una queja sobre la calidad de un producto que nosotros le vendimos, a que aquel que hacemos para reunirnos con la hermana que no hemos visto en mucho tiempo. Nuestro ánimo, nuestras expectativas y la forma en que viviremos el tiempo de traslado es definido por lo que nos espera al final del camino.
Si, como una agencia de viajes, tuviera que dar un título al viaje por la vida de todo creyente, muy probablemente la llamaría “Camino al cielo” porque, a fin de cuentas, ese es el destino final de todos los creemos en la salvación que Cristo , con su muerte, nos aseguró.
Y, uno de los últimos anuncios que Jesús hizo antes de volver junto a Dios Padre, me hace reflexionar sobre el lugar al que finalmente llegaremos y me recuerda que la vida es tan sólo un tiempo de tránsito mientras llegamos a él: “En la casa de mi padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros” (Juan 14:2).
¿No sería, entonces, suficiente motivo de aliento y alegría en los momentos de prueba el saber dónde será nuestra morada final? ¿Acaso una estancia eterna junto a Dios no es suficiente razón para vivir el recorrido temporal por esta tierra con esperanza y la correcta perspectiva?
Sin negar el derecho de reconocer el dolor que las tribulaciones nos hacen sentir, me cuestiono, ¿realmente creo que el cielo y una vida junto a Dios es mi destino? Tú. . . ¿lo crees verdaderamente?. . . ¡Piénsalo bien!

sábado, 16 de abril de 2011

"El engaño"

 Cuando recién inicié mi camino en la fe surgió una idea que, me di cuenta después, era un engaño del que no podía responsabilizar a nadie más que a mi propia expectativa.
Esperaba que, como por arte de magia, mis problemas se esfumaran y que el futuro no incluyera más que felicidad y un camino recto, plano y sin contratiempos. Pero las cosas no sucedieron así y pronto comencé a engendrar la sensación de que, mi nuevo Dios, estaba fallándome.
Mi ignorancia comenzaba a causar estragos y, gracias a la dirección de una mujer mayor, madura en la fe, mi auto-engaño fue velándose a la luz del conocimiento de la Verdad.
Versículos como: Por que el dolor que viene de Dios es para salvación, pero el que viene de Satanás es para muerte, cambiaron mi idea de que Dios quería evitarme cualquier experiencia dolorosa; o, “Cuando cruces las aguas, yo estaré contigo; cuando cruces los ríos, no te cubrirán sus aguas; cuando camines por el fuego, no te quemarás ni te abrasarán las llamas” (Isaías 43:2). 
¿Por qué será que, cuando el resultado del conocimiento está contra nuestra expectativa, hasta la lógica más elemental es desechada?
Cruzar las aguas, los ríos y el fuego, son imágenes que nos hablan de prueba y las pruebas, por definición, implican reto, dolor o sacrificio y, recordando que Dios también dispone dolor para entender nuestra salvación, mi expectativa de una vida sin retos se reveló como una estratagema de mi ego ávido de confort.
Confieso que, a la fecha, no me gustan las pruebas dolorosas y que muchas ocasiones me rebelo a la idea de que Dios está detrás de ellas. Pero, cuando las emociones bajan, la Verdad me recuerda que es Dios quien las permite y que tiene un propósito para ellas.
Cuando tú decides confiar y tener fe en Dios, ¿también incluyes el dolor y las pruebas como parte de Su Voluntad?. . . ¡Piénsalo bien!

lunes, 11 de abril de 2011

"Binomio"

 La recomendación que con más frecuencia he escuchado, después de “confía en el Señor”, probablemente ha sido el de “lee constantemente la Biblia y anteponla a cualquier actividad como parte de tu rutina diaria”.
Después de más de 8 años sigo confirmando que, no sólo es importante como parte de un sano crecimiento, sino como una forma única y vital de enfrentar los retos, pequeños y grandes, de nuestro diario vivir en el Señor.
Los tiempos por los que ahora cruzo han puesto mi vida de cabeza y una forma en que mantengo la mira del horizonte claramente, es a través de los versículos que mis hermanas en Cristo me envían para alentarme, recordarme y acompañarme. Pero, aunque muchos de ellos son promesas claras y concretas, en esos momentos en que la emoción parece atropellar la razón, tengo que echar mano de otros mensajes de la Escritura para hacer más sólida mi fe.
Confía en el Señor de todo tu corazón y haz el bien; establécete en la tierra y mantente fiel. Deléitate en el Señor, y Él te concederá los deseos de tu corazón” (Salmos 37:3,4) fue uno de los mensajes que recibí en un momento de mucha incertidumbre. Cierto, pensé, Dios conoce los deseos de mi corazón y los hará realidad si yo cumplo las condiciones de confiar en Él, mantenerme fiel y hacer el bien, pero, ¿qué hay de los tiempos intermedios? ¿Qué me corresponde vivir hasta que Dios llegue a entregarme el regalo de mis deseos concedidos?
Un segundo versículo me infundió paz y confianza, ésa que requiero para entregarme a la Voluntad de Dios y no caer en la tentación de buscar seguir mi voluntad conforme a mi propio entender: “Por que Yo sé muy bien los planes que tengo para ti, afirma el Señor, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darte un futuro y una esperanza” (Jeremías 291). A pesar de sentirme en medio de la calamidad, ¡qué alivio saber que ese no es mi destino final! Tener la certeza de que Dios quiere lo bueno para mí me colma de paciencia para esperar. . . ¡esperar en Él! 
La Biblia es un sólo mensaje y para recibirlo todo, necesitamos leerlo, desglosarlo y hacerlo nuestro. Así podemos recordarlo en los momentos de más necesidad.
Si estuvieras en mi lugar, de frente al reto, ¿tendrías lo suficiente del mensaje para confiar en Dios?. . . ¡Piénsalo bien!

sábado, 9 de abril de 2011

"Mudanza"

Si yo hiciera una lista señalando los personajes de la Biblia que por ningún motivo querría ser, Saúl aparecería en los primeros lugares. Porque, ¿quién querría ser un rey al que Dios toma para ilustrar la rebeldía? Como en muchos casos, Dios utiliza imágenes para representar la lección y Saúl es una de ellas. Su imagen nos habla de la tendencia del hombre para guiarse por las apariencias y, tan sólo por su estatura, el pueblo judío lo señala como un buen candidato para ser su rey. El momento de gloria del pobre rey Saúl es tan corto como lo fue su obediencia y sujeción al Señor. Vencido más de una vez por la ansiedad y el miedo, el rey optó por tomar las cosas en sus manos aplicando su criterio antes de consultar a Dios sobre sus designios. La cobardía se convierte en una de sus características y el amor al poder lo atrapa.
Pero, ¿acaso Dios lo eligió para fracasar en la tarea? Mi respuesta inicia cuando la Biblia señala que "Dios mudó su corazón" y el "Espíritu de Dios vino sobre él con poder" (1 Samuel 10:9-10). A pesar del mal comienzo de su reinado, pues estaba reemplazando el lugar de Dios, El transformó su corazón y lo dotó de poder con Su Espíritu. Pero, tristemente, Saúl va dando tumbos a lo largo de su reinado tras el anuncio de que el Señor ya había elegido a su sucesor y su reinado terminaría.
La historia de Saúl en el primer libro de Samuel me hizo recordar las ocasiones en que, después de ver milagros y transformaciones extraordinarias en la vida de la gente que recibe a Cristo, al paso del tiempo su vida en la fe comienza a decaer y hasta he llegado a cuestionarme sobre si su conversión ha sido genuina. Y encuentro que, al igual que Saúl, Dios cambia nuestro corazón pero la desobediencia comienza a alejarnos de Su Voluntad y la falta de fe hace que no sea Dios el que de la dirección sino el temor a los retos y el deseo de mantener el control sobre nuestra propia vida.
Al analizar el reinado de Saúl comprendo en mucho la vida mediocre en Cristo que muchos cristianos hemos llegado a vivir y, me pregunto, ¿Cuándo he desplazado el poder del Espíritu de Dios y he intentado resolver mis batallas conforme al mío? En tu vida, ¿qué poder usas en tus luchas?. . . ¡Piénsalo bien!

lunes, 4 de abril de 2011

"No estorbar"

Con un sentido totalmente incompatible con el dicho de: “Mucho ayuda el que no estorba”, me encontré desmenuzando el pasaje del primer libro de Samuel donde cuentan la historia de Elí y de sus hijos.
El sacerdote Elí, de la tribu de los levitas a quienes Dios había consagrado para el cuidado del templo, según la escritura, es un hombre justo y temeroso de Dios. Pero, sus dos hijos adultos, a pesar de haber crecido conociendo del Señor y viendo el testimonio de vida de su padre, son abiertamente desobedientes y profanan las ofrendas sagradas en público. Son además conocidas sus fornicaciones y eso llega a oídos de su padre, quien los reprende por su pecado.
A pesar de eso, Dios hace en parte responsable a Elí diciéndole que “no los estorbó” y las consecuencias para Elí, sus hijos y toda su descendencia son mortales.
Como madre de hijos adultos, el mensaje me resonó en la conciencia, una y otra vez, cuestionándome, ¿cómo habría yo de estorbar a mis hijos para prevenir su pecado?
Cuando los hijos son niños, nuestra autoridad y supervisión puede ser estrecha. La obediencia es el mandato para ellos y es nuestra labor el enseñarlos a obedecer, no sólo lo que nosotros mandamos, sino instruirlos en los mandamientos de Dios. Pero, cuando ya son jóvenes adultos, lo que se espera es que honren a sus padre porque, ¿cómo exigir obediencia cuando su ámbito de vida rebasa nuestra posibilidad de supervisión? 
La reflexión me llena de inquietud al pensar no sólo en la consecuencia de sus pecados sobre sí mismos, sino en la que pueden traer sobre toda la familia.
Mi única idea es advertirlos y orar, porque, si Elí no logró mover en sus hijos la conciencia, la esperanza para mí está en que el Espíritu de Dios lo haga.
Esta noche, yo misma me desvelo buscando la respuesta. . . ¡Pensándolo bien!

domingo, 3 de abril de 2011

"¿Porqué es tan difícil?"

¡El trayecto, de apenas cuarenta kilómetros, para llegar al hospital de la ciudad más cercana me pareció eterno! La sola imagen de mi hija, envolviéndose la cabeza y el rostro con una almohada, tratando de mitigar el dolor, me consumía en ansias. Tras una semana de molestias por la cirugía de rodilla, ahora un intenso dolor en el cerebro la tenía al borde de la desesperación y, junto con ella, mi corazón de madre sufriendo.
A pesar de que es una mujer adulta, no puedo evitar el sentir cada uno de sus dolores como propio. Sus tropiezos me angustian y surge en mí un deseo por acogerla en mis brazos para consolarla. Cuando alguien la lastima, lucho con todas mis fuerzas para detener mi instinto de vengar la afrenta. En su tristeza, deseo con todo mi corazón el volver el tiempo atrás a aquellos tiempos en que mi abrazo o un mimo de papá servían para devolverle la alegría. Pero, nada de eso ayuda en momentos en donde ella está sufriendo de un padecimiento físico.
Mientras ella lloraba silenciosa en el asiento de atrás y mi esposo conducía, yo hablaba al Señor: “Padre, si pudiera hacer un intercambio contigo, te ofrecería lo que me resta de vida por una larga existencia de mis hijos, con salud y en comunión contigo”.
Dios no espera sacrificios, sino obediencia, dice la Biblia, así que mi propuesta no tiene mucho sentido, lo sé. Pero me hizo escuchar mi diálogo con Dios con tal nitidez que recordé el versículo que casi todo creyente sabe de memoria: “Porque tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel en Él crea, no se pierda, más tenga vida eterna” (Juan 3:16).
Si yo, una simple e imperfecta madre, soy capaz de amar a mi hija con tal intensidad, sentir el deseo de protegerla y tenerla junto a mí, y hasta ofrecer mi vida por una vida llena de salud y gracia para ella, ¿por qué entonces me es tan difícil creer, pero de corazón, que Dios, mi Padre, fue capaz de entregar a Su único Hijo por mí, su hija?
¡Que dolor habrá sentido Dios por el martirio de Jesús! Pero, ¡cuánto más al pensar que podría perderme a mí y para siempre!
Por más difícil que resulte creer en el inmenso amor de Dios por mí, hoy lo recuerdo y lo creo. Y, tú, ¿también lo crees?. . . ¡Piénsalo bien!

sábado, 2 de abril de 2011

"Falsas esperanzas"

Para Nohemí, en el libro de Rut, ¡la suerte estaba echada! Para una mujer de su época no podía existir mayor desgracia que convertirse en viuda y no tener hijos. Ella, seguramente, vivió por mucho tiempo pensando en cuan bendecida pues había parido 2 hijos. Una vuelta en el destino y pierde a su esposo y a sus tres hijos. De la noche a la mañana es, inesperadamente, una mujer en desgracia.
En el caso de sus nueras, también viudas, el futuro no es tan terrible. Siendo aún jóvenes las posibilidades de que se volviesen a casar eran mayores o, en el peor de los casos, podían volver a la casa de sus padres para ser protegidas. Nohemí, ya una mujer mayor, no contaba con ninguna esas dos opciones. Por eso, el ofrecimiento de apoyo y compañía de Rut, su nuera, resulta de tanto valor y a la vez tan ilógico. ¿Por qué Rut optaba por compartir un porvenir de pobreza convirtiéndose en la compañera de una anciana pordiosera?
También me sorprende de la historia el pobre ejemplo de fe que Nohemí podía ser para Rut y, a pesar de eso, la joven declara que el Dios de su suegra sería suyo. ¿Por qué la muchacha querría adoptar un Dios al que Nohemí consideraba incapaz de cambiar su destino?
Aunque a lo largo de la historia se van incluyendo elementos de orden y regulación del pueblo judío, a mi parecer, es un libro carente de lógica humana. Muchas de las decisiones y actuaciones de Rut me resultan casi de locura.
Pero el final, después de las opciones ilógicas que sigue Rut, cierra la historia con un derroche de bendición para ambas mujeres. Un destino compartido en donde, seguramente, el deseo del corazón de ambas es cumplido por Dios. El libro me hace pensar que, para quien es fiel a Dios en obediencia, jamás hay falsas esperanzas.
Dos cosas dan sentido a las situaciones disparatadas de toda la historia: el amor y la fidelidad. Esa fidelidad que Rut muestra a la mujer caída en desgracia, aunque ella misma está en una posición muy parecida. El amor del que Dios habla en su mandamiento hacia el prójimo y la fidelidad Booz a Dios, en combinación, transforman el futuro de esas dos mujeres en uno lleno de bendición.
Ahora me pregunto: Cuando algo en mi vida parece tener un destino desastroso e irremediable, ¿pierdo la esperanza en Dios como Nohemí o, como Rut, sigo adelante en amor y fidelidad sin perder la fe?. . . ¡Piénsalo bien!

viernes, 1 de abril de 2011

"Sin mezclas"

Al igual que cualquier otro libro con un final triste, di vuelta a la página para concluir el libro de Jueces. Un dolor lleno de compasión me invadió al irse develando el retrato del pueblo israelita en su condición espiritual y moral. ¿Qué pasó con ellos para llegar a ese grado de deterioro?
¿El tiempo que erosionó las historias de los milagros fantásticos que Dios había obrado desde su salida de Egipto? ¿Acaso la religiosidad que transformó su fe en tradición? ¿Demasiados períodos de bonanza y bienestar? Creo que todas ellas fueron parte de su perdición y agregaría una, muy evidente, en uno de los últimos capítulos de Jueces: los principios y verdades que Dios les había entregado, ahora tomados sólo en parte y se mezclaban con los criterios y voluntad de quien los interpretaba.
El levita, que aún tenía presente que Dios consagró a su tribu para el sacerdocio, acepta el ofrecimiento de Micaía más por conveniencia personal que por llamado y lo confirma su cambio repentino de “empleador” cuando sigue a la tribu de Dan (Jueces 18:19). Pero, mucho más grave, es el hecho de que el levita pasaba por alto el primer mandamiento contra la idolatría y hasta se alegra de conservar los ídolos que pertenecían a Micaía. El levita, para entonces, tiene ya una conciencia cauterizada y ciega hasta en los fundamentos más esenciales de su relación con Dios y su ministerio.
Tal vez, como yo, seas un creyente novel o, quizás, uno con toda una vida en la fe o incluso uno con un ministerio dentro de la iglesia pero, después de leer sobre aquel levita, me pregunto: ¿Tomamos a Dios por su Palabra con fidelidad? O, como el levita, ¿tomamos sólo parte de sus mandamientos y los ajustamos a nuestra conveniencia?. . . ¡Piénsalo bien!