sábado, 23 de abril de 2011

"Palabras"

La Biblia es, a fin de cuentas, un libro que, como todos, utiliza palabras para expresar ideas, relatar historias, documentar hechos y registrar evidencia de la vida de los que Dios eligió para enseñarnos algo.
Los creyentes la leemos constantemente con la certeza de que, siendo inspirada por Dios, encontraremos respuestas para avanzar en el desarrollo de nuestra fe. Yo, después de 8 años, 6 meses y 24 días de camino en la fe, he leído la Biblia 4 veces y apenas caigo en la cuenta de que, muchas veces, sólo he llegado a la lectura de palabras para comprender superficialmente la idea. Otras ocasiones, siguiendo la invitación de la Palabra, he meditado en ellas. Pero, hasta hoy, es que estoy comenzando a sopesar la trascendencia de lo que implica vivir conforme a ella.
Y todo surge cuando se del abatimiento en el que vive una entrañable amiga, cuyo resumen de vida en el último año incluye: dejar el país que fue su hogar por más de 20 año; dificultades económicas graves; rezago profesional de varios años a pesar de ser una mujer brillante; la pérdida del negocio de su esposo; ver partir a su hijo; la desintegración de la empresa en la que veía la esperanza de resurgir profesionalmente y, muchos otros eventos que, uno a uno, la han dejado con las manos vacías. Sin proyecto definido de vida y sin dirección clara, sintió el desasosiego natural del que parece haber quedado atrás y olvidado de Dios.
Al pensar en su historia, no pude evitar preguntar a Dios: ¿Qué estás haciendo en la vida de quien te sigue y te busca de todo corazón, Señor?
Un versículo, que sólo habían sido palabras en mi memoria, se hizo respuesta viva: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20).
¡Juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí!
¿Qué hizo Jesús al morir en la cruz?, pensé. Entregó su vida, renunció a la gloria en que vivía para estar entre nosotros y por amor a nosotros. No nos dio algo, ¡se entregó a sí mismo por mí y para seguir la Voluntad del Padre!
Si como creyentes vivimos para entrenarnos para ser más como Cristo, ¿Por qué me sorprende que mi amiga, que anhela seguir a Jesús para sentir la presencia de Dios intensamente, esté teniendo que crucificar cada uno de sus anhelos? ¿No será que, para que la Voluntad de Dios se de en su vida plenamente, Él está haciendo espacio?
¡Vaya que tomé a la ligera la Palabra de Dios cuando habló de “ser crucificado”!
Y tú, cuando lees la Biblia, ¿qué tanto estás entendiendo su mensaje?. . . ¡Piénsalo bien!

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