martes, 22 de noviembre de 2011

"GPS"

El moderno GPS (Sistema de Posicionamiento Global), aparato que da direcciones al conductor para llegar a un destino determinado, cuando se generalice su uso, seguramente logrará que la mayoría de las parejas que van rumbo a una fiesta, lleguen sin pelearse.
Eso de recibir y escuchar direcciones para decidir qué camino tomar, cuando no se conoce el rumbo, es motivo de conflicto para más de una pareja.
En el caso de los israelitas, el asunto de decidir el camino quedó despejado cuando, Dios, personalmente, los guió a través del desierto con una nube de día y con fuego por la noche. De esta manera, ellos sólo debían seguir obedientemente las instrucciones.
Cuando programamos el GPS, éste nos permite algunas opciones como: decidir si queremos llegar más rápido, por el camino que sólo incluya vías principales o por el que se considera ideal por la zona que cruza, el tiempo de tránsito o la menor distancia.
Ese no fue el caso de los israelitas y, una parada en especial, llamó mi atención.
Cuando  ya llevaban un tiempo de camino, Dios los llevó a un lugar sin agua. La reacción de los israelitas, obviamente, fue de gran descontento y generó agitación en contra de Moisés, su líder. El detalle, aunque no está escrito es que, Dios no los llevó ahí por error o fue que los israelitas salieron de su vista por un momento y terminaron ahí. ¡No! ¡Dios mismo los llevó a un lugar sin agua!
¿El motivo? Se me ocurre que pudo hacerlo para hacerles evidente su ingratitud y su permanente queja. O tal vez quiso sacar a la luz su tendencia a renegar contra la autoridad de su líder. Las razones, a fin de cuentas, podrían ser muchas y Dios las tenía claras.
Nosotros no contamos con un GPS tan explícito para seguir a Dios en Su Voluntad. Tenemos lineamientos y directrices en la Biblia pero, ¿acaso no hemos terminado alguna vez en un lugar sin “agua” y pensamos que nos hemos desviado de su dirección o que a Él se le ha pasado algún detalle por alto?
La realidad es que, a la mayoría, no nos gusta pensar en que Dios nos lleve directo a lo que nos disgusta o nos reta. Pero, para quienes no dejamos de pedirle a Dios que intervenga para llevarnos al destino que Él tiene contemplado, la verdad es que, a veces, Él nos guiará hacia las circunstancias y lugares que mejor nos conviene. . . conforme a Su plan y no nuestras preferencias.

lunes, 21 de noviembre de 2011

"¿Por qué Jacob?

Alevoso, mentiroso, ventajoso y usurpador. Estas serían, probablemente, las palabras que describirían mejor a uno de los patriarcas de los judíos: Jacob, padre de los 12 jerarcas y líderes de las tribus de Israel, el pueblo elegido.
Si un cazador de talentos hubiera presentado su currículum con estos antecedentes, ¿realmente podría haber calificado como el candidato ideal? Yo, honestamente, lo dudo. Porque, si continúo con su historia, lo único que podría añadir, a su lista de “cualidades”, la harían aún más dudosa.
Entonces, ¿por qué Dios eligió a Jacob?
Una idea que ha surgido del estado en que está mi relación con Dios, me hace pensar que, Él, encontró mérito en el hecho de que Jacob, casi con necedad, se enfrentó a Dios para insistir en recibir Su bendición. Y, con un poco de lógica, no se me ocurre que lo hiciera porque se sentía con el derecho de exigir por su buena conducta sino de una desesperada necesidad de recibirla para continuar su camino.
La desesperación, a veces, trae consigo la humildad y un poco de sabiduría. Humildad para reconocer que ya no podemos seguir adelante sin la compañía de Dios y, sabiduría, para comprender que Dios es Dios y que ya no cabe la fantasía de que podemos manipular y gobernar nuestro futuro como si fuésemos nuestro propio dios.
Cuando incluyo esta explicación entre las líneas de los pasajes que siguen, entonces puedo encontrar un poco de sentido a la nueva actitud mansa y responsable de Jacob ante los abusos de su suegro. ¿Habrá pensado Jacob que, incluso los engaños y malas pasadas de Labán, eran la Voluntad de Dios y parte de la bendición por la que luchó hasta dislocarse la cadera?
No lo sé. Aquí, a fin de cuentas, no pretendo presentar una clase de teología o hermenéutica. Sólo creo que, como Jacob, seguiré insistiendo con tenacidad o hasta con tozudez, de ser necesario, para que Dios me bendiga y me señale Su Voluntad para mí. Algo que, a últimas fechas, hago hasta el punto del enfado.

lunes, 12 de septiembre de 2011

"Música"

"En realidad, tú eres para ellos tan sólo alguien que entona canciones de amor con una voz hermosa, y que toca bien un instrumento; oyen tus palabras, pero no las ponen en práctica."
Definitivamente, lo que acabas de leer, puede ser una conversación entre el diácono de mi iglesia y mi Pastor, escuchada a tu paso por el corredor.
Pero no, en realidad fue escrita hace mucho, muchísimo tiempo y la leí en el libro del profeta Ezequiel. Y, lo digo con vergüenza, ¡no ha perdido vigencia!
Aunque mi día favorito es el domingo y se convierte en espectacular si al llegar no puedo encontrar un asiento disponible, a últimas fechas, me pregunto cuántos de nosotros podríamos compartir con un tercero lo escuchado.
Y, no es que no reconozca que las alabanzas, los abrazos y saludos al salir, la convivencia en los pasillos, me gustan muchísimo. Pero, ¿y el Pan de la Palabra? ¿Lo recordamos con tanta nitidez como las últimas noticias de nuestros amigos de la congregación?
Más allá, además de recordarlo, ¿lo integramos a nuestra forma de vivir como una instrucción precisa de Dios para nosotros?
Confieso, no siempre es así. Puedo relatar pasajes muy específicos en donde, por asociar el aprendizaje a una canción, se convirtieron en decisión, acción y convicción.
Si, ahora mismo, me esforzara en recordar el último mensaje de mi Pastor y lo que cambió de mi conducta, ¿tendría algo que contar? Y tú, ¿Qué podrías responder? ¡Piénsalo bien! 

sábado, 16 de julio de 2011

"Alegorías"

Dicen que los viajes ilustran y coincido plenamente. Hoy, por ejemplo, al visitar un viñedo de más de 60 hectáreas aprendí como cultivan 15 diferentes variedades de uva para producir 15 tipos de vino distintos. Y la planta de la uva tiene, particularmente, un atractivo adicional para mí pues es usada en la Biblia en repetidas ocasiones como figura central en alegorías que Dios usa para enseñarnos y guiarnos.
El viñedo, como tal, es especial en su manera de crecer y desarrollarse. De él tenemos un fruto pequeño pero que, idealmente, crece en racimos hermosos y tupidos. Al conocer a detalle su forma de cultivo y desarrollo, más entiendo la razón para que Dios lo utilice para sus enseñanzas.
Sin embargo, algo más llamó mi atención. Los vitivinicultores, para proteger los viñedos de las aves que buscan comer su fruto, rodean los campos de rosales y árboles de higos. Habiendo algo igualmente atractivo, dulce y aromático como las rosas y los higos, las aves no llegan a picotear los racimos, el fruto más rico en la zona.
Esta vez, las aves me recordaron a los cristianos pues, al igual que las aves, muchas veces nos vemos entretenidos con asuntos muy placenteros y gratos, lo que nos hace olvidar que íbamos en busca de un fruto mejor. Es como si el enemigo, deliberadamente, pusiera una barrera a base de deleites y distractores atractivos para evitar que lleguemos a disfrutar del verdadero manjar: vivir en la Palabra de Dios.
Muchas ocasiones pensé que la forma en que Satanás estorbaba mi cercanía con el Señor era a través de problemas y dificultades pero, al paso del tiempo, me doy cuenta de que, más efectivo que eso, son aquellas cosas que disfruto y que consumen mi tiempo hasta agotarlo, evitando mis encuentros íntimos con mi Dios.
Descubro un nuevo engaño al reconocer que, mucha parte de mi vida, vivo entretenida disfrutando higos y néctar de rosas en lugar de las deliciosas uvas de la viña del Señor, sus bendiciones.
Y tú, ¿qué disfrutas diariamente? ¿Higos o uvas? ¡Piénsalo bien!

domingo, 26 de junio de 2011

"Rincones"

A veces no puedo evitar el pensar en cuán equivocada es la forma de clasificar de la gente sobre lo que la Biblia dice y enseña. Muchos la toman casi como “letra muerta” cuando, en mi experiencia, es la más viva de las lecturas que han pasado por mis manos.
Por ejemplo, algo que casi todos hemos leído sin mucho detenimiento, es la forma en que Dios organiza a los israelitas en el libro de Exodo. Y, algo que particularmente me ha dado mucho que aprender son las ciudades de refugio.
Esas ciudades eran lugares adónde la gente que había cometido un delito, ahora llamado “imprudencial”, es decir, sin la intención de hacerlo, podían ir a vivir y así evitar una sentencia de muerte.
En mi vida diaria veo que tales “delitos” son cometidos por mucha gente, una y otra vez, sólo que su consecuencia es la ruptura definitiva de una relación, sentencias críticas y descalificadoras de los que los rodean o el constante ataque de la gente quienes los clasifican de por vida como “culpables”. Poca o nula oportunidad tienen esos infractores de recuperarse de las consecuencias de sus errores.
¿Qué sería de todos esos “culpables” si cada uno de nosotros abriéramos en nuestro corazón una pequeña ciudad de refugio? Un espacio, un rincón donde pudiéramos mostrar Gracia y perdón. ¡Cuántos no se librarían del cadalso de nuestro juicio!
Después de enterarme que Dios ordenó ese rincón de Gracia para mostrarla a los culpables, quiero abrir el mío y espero que se grande, ¡muy grande!  Y tú, ¿cuándo inaugurarás el tuyo? Tal vez ya es tiempo y te haga falta ¡Piénsalo bien!

sábado, 18 de junio de 2011

"Sin el Libro"

Mi transitar constante por las carreteras durante las últimas semanas, han ocurrido en todo tipo de panoramas y clima. Algunos paisajes bajo el sol del atardecer han sido un bálsamo a mis angustias y otros, lluviosos y oscuros, fueron el reflejo de mi propio estado de ánimo.  Pero los caminos cubiertos de neblina son los que más corresponden con mi momento de vida.
Por la niebla, la velocidad del ritmo de mi vida fue alterada y por momentos, hasta he quedado casi paralizada. Y, a pesar de ello, he tenido que continuar entre la espesa niebla de la incertidumbre. Hubo días en los que, avanzando sobre el asfalto, las únicas guías fueron las rayas sobre la carpeta oscura, con todo a mí alrededor borrado por la cortina de nubes, sin luz ni paisaje ni anuncios. ¡Qué difícil ha sido seguir adelante casi a ciegas!
Durante este tiempo pleno de urgencias, mis hábitos quedaron atrás, tanto que ¡ni siquiera pude leer mi Biblia diariamente! Pero, al igual que los momentos en que lo único que pude ver frente a mis ojos fueron las rayas sobre el asfalto, la memoria de sus enseñanzas fue mi guía para continuar a ciegas.
¿Vivo en pecado o desobediencia? Honestamente, creo que no. Y me alegro de haber atesorado en los tiempos soleados cada una de los versículos que, como rayas discontinuas, continuas, amarillas o dobles, me permitieron seguir sobre el camino en la certeza de que Dios me cubriría al caminar por fe y no por vista.
Hace no mucho hubiera vivido estos tiempos de vértigo con culpa por no mantener mi hábito de leer continuamente la Biblia pero, ahora, comprendo que ese arsenal de verdades son mi herramienta para los tiempos de tempestad.
Y tú, ¿Cuánto de las verdades de Dios has atesorado para los tiempos en que tengas que caminar entre la niebla? ¡Piénsalo bien!

sábado, 4 de junio de 2011

"Vacante"

Las pocas conversaciones que he tenido con personas que se declaran a sí mismas como “ateas” siempre me generan múltiples reflexiones y, por qué no decirlo, tristeza por pensar en la soledad que tarde o temprano vivirán al pasar de sus días sin conocer a Dios.
El turno, hace muy poco, fue de una joven decidida y diligente a resolver cualquier cosa o contratiempo que se le pone enfrente. Capaz de tomar decisiones sobre su lugar de residencia a sabiendas de todas las implicaciones como: llegar a un lugar sin conocer a nadie, buscar empleo y casa, vivir la incertidumbre y, a veces, hasta desconocer el idioma. Apenas rebasando los veinte, ya es independiente económicamente y con valor suficiente como para emprender los cambios que un día sueña o imagina.
Al observarla nace en mi admiración por su valentía y, en muchas áreas, su madurez. Pero una nube de ternura y compasión la empaña al darme cuenta de que, en esa temeridad, también vive un poco de arrogancia y soberbia, dos ingredientes que alejan a cualquiera de la oportunidad de una relación con Dios.
Y las evidencias para mi declaración, obviamente, están en la Biblia porque, ¿quién necesita a Dios si tiene la vida resuelta por sus propios medios?
En la gran mayoría de las historias en la Biblia encontramos que el personaje principal se encuentra en aprietos, con alguna imperante necesidad y que es incapaz de resolverla sólo.
Alguna vez pensé que Job era una excepción pero, al final del libro, encontré que él mismo declara que: “Antes sabía de Ti, Dios, ahora te conozco”. Era piadoso, respetuoso de Dios y recto, pero no conocía personalmente al Señor.
Pero, ¿por qué habría de sorprenderme con mi hallazgo si, desde que inicia la historia con Adán y Eva, conociendo ambos a Dios, buscaron independizarse de su tutela al decidir por sí mismos algo que era contrario a Su Voluntad?
Así que, sin olvidar mi conclusión y mi experiencia, respondí a las preguntas curiosas de aquella inteligente joven pero, con la misma honestidad, le dije que comprendía que ahora fuera tan firme en su decisión de “jamás creer”, pues en su vida, todavía, no está vacante el puesto de Dios. . . aún es ocupado por un ego que todo lo puede. . . hasta ahora.
He pasado por cosas muy difíciles y vivido grandes humillaciones que, ahora digo convencida, agradezco porque me enseñaron humildad y me mostraron mi incapacidad. Y gracias a eso, conocí a Dios y soy creyente. A ti, ¿qué te hace falta para reconocerlo y conocerlo? ¡Piénsalo bien!. . .

martes, 24 de mayo de 2011

"Entre sueños"

Como en un sueño las imágenes comienzan a empalmarse y me atrapan en la realidad. Los recuerdos de la gravedad de mi hija aún están frescos y se hilvanan con lo que intelectualmente vive en mi mente. La ensoñación me devuelve al pasado y tengo que observar, muy a mi pesar. . .
Mi hija yace sobre una cama. ¿El diagnóstico? Riesgo de infección en la columna vertebral y el cerebro, incluso, posible muerte de avanzar rápidamente. Si se detiene la purulenta sustancia que invade su cuerpo, sus miembros podrían quedar permanentemente inhabilitados. ¿Y Cristo?, dice la voz. Él yacía en la cruz de espaldas mientras sus miembros eran traspasados por clavos y a cada golpe el dolor era aún más intenso.
Todo inició con un dolor de cabeza insoportable, tan terrible, que el simple movimiento de levantar el mentón la hacía llorar con desesperación. ¿Y Cristo?, preguntó nuevamente la voz. Él llevaba una corona de espinas que, entre mofas, enterraron clavando cada afilada espina. Su frente, sus sienes, la cabeza toda sangraba de cada perforación.
Mientras mi hija sobrelleva el dolor, permanezco sentada a los pies de su cama orando con desesperación a Dios, mi Padre y ruego por su vida, por su salud, por el fin del sufrimiento. ¿Y Cristo?, escucho nuevamente. Él veía, desde la cruz, a su madre llorar y orar a Dios por Él. Seguramente, pidiendo también por el fin del sufrimiento de su hijo.
Después de muchos días, mi hija salió del hospital. El milagro ocurrió y, fuera de la herida por la cirugía y su rehabilitación, en cuestión de tiempo estaría lista para continuar una vida sana, normal y tomar su lugar en la vida de sus hijos, de nuestra familia. ¿Y Cristo?. . . Él sí murió después de tanto padecer. Él tuvo que vivir la separación de su Padre para bajar al inframundo. Él llevó todo el pecado sobre sí y expiró colgado, solitario, de aquel madero. Pero, al tercer día, también ocurrió el milagro más grande jamás visto: Volvió al seno de su familia, Su Padre en el cielo y tomó Su lugar junto a Él.
Y, también por Él, muchos de nosotros ahora gozamos de una familia inmensa y fabulosa: la familia de Cristo.
La remembranza aún me duele pero creo ahora entiendo mejor el sacrificio de Jesús, el dolor del Padre y el valor de la familia a la que ahora pertenezco.
Has escuchado mi historia y seguro te ha conmovido. Y has escuchado la historia de Jesucristo. . . ¿Aún te conmueves?. . . ¡Piénsalo bien!

lunes, 23 de mayo de 2011

"Sonidos"

Cuando pienso en un león acechando no lo imagino rugiendo y saltando sobre la presa. Más bien, la imagen que me viene es la de un animal agazapado y, como un gato doméstico, haciendo un sonido parecido al de un ronroneo aunque con otro énfasis.
Mi reflexión surgió al leer el versículo: “Practiquen el dominio propio y manténganse alerta. Su enemigo el diablo ronda como león rugiente, buscando a quién devorar” (1 Pedro 5:8).
El recordatorio me hizo sonreír al pensar: ¿Acaso no muchos pensamos, alguna vez, al enemigo con cara horripilante y mostrándonos los dientes? Algo irónico si leemos en la Biblia como es que lo describe: ¡El lucero! ¡De las criaturas, la más hermosa! 
Y es que, al igual que esta frecuente y errónea concepción, el enemigo no actúa como un león arrebatado que inicia la persecución sin buscar el mejor momento o lugar. De hecho, creo que el rugido previo al ataque final puede tener muchas tonadas y ritmos: Tal vez sea la voz de una mujer no creyente, quien, como canto de sirenas, hace olvidar al joven creyente el mandamiento de Dios de “no hacer yugo desigual”; otras veces puede ser el tintinear de la fortuna que un hombre anhela tanto que decide usar los domingos para las reuniones en el golf, el mejor lugar para hacer negocios y no para ir a la iglesia y adorar a Dios; o, que tal los diálogos que una mujer escucha en las telenovelas y que, de tanto oírlas, van desplazando las verdades Bíblicas que fueran la guía de su vida cotidiana.
Los sonidos del ronronear del león pueden ser tan diversos y a la vez tan discretos, que logran traspasar la barrera de nuestra conciencia sin que suene la alerta. Es ahí donde el mandamiento de “Practica el dominio propio” toma importancia. ¿Podemos ejercer una fuerza de voluntad firme si no la ejercitamos? ¿Lograremos estar alertas si no prestamos atención, constantemente, a lo que nos rodea y puede influirnos? No por nada Dios nos insiste: ¡Cuiden sus ojos y sus oídos!
En mi caso, graves consecuencias que he sufrido en mi vida iniciaron con pequeñas infiltraciones. . . casi imperceptibles y suaves ronroneos del enemigo. Tú, ¿Te mantienes alerta? ¿Tanto como para alcanzar a escuchar los sonidos del acecho del enemigo de tu fe?. . . ¡Piénsalo bien!

viernes, 20 de mayo de 2011

"Quietos"

Imagina que estás en la playa y tu hijo, un adulto joven, entusiasmado por la aventura, ensaya como remontar los vientos sobre un velero antes de adentrarse en altamar. Con la confianza surgida de los tantos intentos, él comienza a alejarse de la orilla para conseguir mayor velocidad buscando las corrientes del mar abierto. Aunque te genera inquietud, lo observas desde la orilla como si con ello pudieras transmitirle tu experiencia en la navegación.
En un momento, el mar se agita e inesperadamente se desata la tormenta. Empiezas a perder contacto visual y con trabajos distingues su silueta. El salvavidas por el altavoz da la instrucción de que todos deben salir del agua y tú, agitando las manos, intentas que tu hijo te mire para que lo guíes en la dirección donde observas las corrientes y las nubes son  menos espesas. Por el alboroto y, seguramente por el miedo del muchacho, no logras que te voltee a ver. ¿Puedes imaginar tu angustia y tu frustración al no poder darle tu consejo para librar la tormenta?
Esta imagen es la que me asaltó cuando escuché por última ocasión durante una predicación el versículo: “Quédense quietos, reconozcan que Yo soy Dios” (Salmos 46:10). Porque, ¿acaso como padres, no hemos visto a los nuestros adentrarse en la tormenta y hemos fracasado en nuestro intento por detenerlos?
Y ¿no es igualmente frustrante para Dios el vernos ir directo al naufragio mientras, inútilmente, intenta hacernos voltear hacia Él?
Tal vez parezca que, en el caso de Dios, Él simplemente nos deje llegar hasta el límite de nuestra destrucción en su afán de permitirnos el aprendizaje pero. . . ¿Qué hay de nosotros como padres? ¿Podrá ser tan fácil callar y observar como nuestro hijo se enfila hacia el desastre? En mi experiencia del pasado, la realidad fue que me desgañité tratando de detenerlo, ¡sin éxito!
Hoy, como madre de hijos adultos, escucho nuevamente el versículo y comprendo la instrucción para los nuevos casos de emergencia: Oro poniendo a mis hijos en manos del Señor, me quedo quieta y espero, reconociendo que Él es Dios. . . al final, es en Él en quien tengo la esperanza.
¿Fácil esperar quieta y callada? ¡No! Pero es parte de mi fe en Dios el confiar y reconocer Su poder. Cuando te quedas en la orilla y observas venir el desastre sobre un tu ser querido, ¿tú que haces?. . . ¡Piénsalo bien!

domingo, 15 de mayo de 2011

"Regreso"

A pesar de la expectación por el regreso, entramos tarde a la iglesia y, aun así, comenzó la bienvenida. Sonrisas, abrazos y palabras de amor nos fueron lloviendo en el recorrido hasta nuestros asientos. ¡Cuánto he extrañado a mi familia en la fe!, pensé.
La alabanza había iniciado y, al llegar a mi lugar, mi corazón comenzó a cantar y alabar a Dios con toda mi pasión por Él. Como anticipándose a nuestro regreso a casa, los cantos con las palabras perfectas para Dios habían sido dispuestas para agradecerle, una vez más, librarnos de la copa amarga de la pérdida, por Su fortaleza en las dificultades de las últimas semanas y, sobre todo, por Su presencia amorosa de cada instante. ¡Cuánta necesidad tenía mi alma de centrarme en la gratitud y cantarle a Dios! Y qué mejor que hacerlo rodeado de mis hermanos y amigos.
Durante la presentación de la misión de los jóvenes noté la presencia de una chica. Después de una ausencia de más de 4 años había vuelto y ahora, como líder de los jóvenes adultos, compartía con la congregación sus experiencias en el último viaje. A pesar del tiempo, era como si jamás se hubiera ido.
Comprendí que esa era la magia del amor en la iglesia. Sin importar el tiempo ni las razones de la ausencia, al regreso, siempre encontramos un lugar reservado y especial para cada uno de nosotros. Nos vemos acogidos en amor y recibidos con renovado entusiasmo en el reencuentro.
Ese es sin duda, redescubro, ¡el milagro de pertenecer al amoroso cuerpo de Cristo! AMEN.

viernes, 13 de mayo de 2011

"Secreto"

Al paso del tiempo me he dado cuenta de que, la gente que nos rodea, piensa que los cristianos hemos dejado de batallar con los conflictos que atañen al resto de los seres humanos. Cuando, al igual que todos, tenemos que superar nuestros pasajes de mal humor, disgustos y todo aquello que surge en la relación que se da entre dos personas. Resumen: también tenemos problemas y pleitos. . . ¡ojalá no los hubiera, pero suceden!
Tal vez la diferencia debiera ser la manera de resolverlos pero, tristemente, a veces somos presa de emociones que dilatan nuestro tiempo de reconsiderar y restablecer la relación. Irónico, supongo, sobre todo por la invitación permanente que Jesús nos hace en la Biblia para perdonar y amar al prójimo. Un recordatorio en especial me “llegó”, literalmente, mientras luchaba con mi natural rebeldía a la reconciliación.
El regalo secreto apacigua el enojo; el obsequio discreto calma la ira violenta”, dijo el Señor en Proverbios 21:14.
¿Qué puede ser ese regalo secreto u obsequio discreto que logre aplacar el enojo y la ira?, pensé. ¿Se refiere a la mi enojo o la ira del otro?
Mi primer recuerdo fue el pasaje entre dos hermanos, Esaú y Jacob, distanciados por años y cuya despedida estuvo impregnada del enojo de Esaú. Jacob, antes del encuentro, envió caravanas con regalos para congraciarse con el ofendido. Pero, a poco de pensarlo, llegué a la conclusión de que no podía ser ese tipo de regalo del que habla Dios. Fueron demasiado exhibidos aquellos regalos. La duda me rondó por un par de días hasta que, por experiencia propia, comprendí a qué se refería el versículo.
Sólo habían pasado un par días desde que había tenido un violento enfrentamiento con alguien muy cercano y muy querido. La única salida que ambas encontramos para despedirnos con algo parecido a la paz fue ignorarnos. Y, anticipándose al reencuentro, llegó a mi corazón el arrepentimiento por la convicción de que había errado al decir cosas que no debía y con el arrepentimiento, llegó la Gracia para también perdonar la ofensa recibida.
Para cuando estuvimos frente a frente, supe que las palabras estaban de más y fue un sincero abrazo lo que restauró la relación.
Entendí cuál es ese regalo secreto, el obsequio discreto: la Gracia del perdón que, adelantándose a las aclaraciones, predispone a nuestro corazón para dar la bienvenida a la paz. Gracias que nace del nuestro arrepentimiento.
Los conflictos, lo sé, seguirán ocurriendo en mi vida. Pero, ahora que he descubierto la fórmula para resolverlos, ¿podré ser suficientemente generosa para regalar, discreta y secretamente, el perdón para hacer las paces? Y tú, ¿también lo harías?. . . ¡Piénsalo bien!

"Opciones. . .o Tú o yo"

Aunque ficticio, el protagonista de la película “In the wild” formó un retrato muy claro de la forma en que la mayoría de los seres humanos reaccionamos y, más particularmente pensé, los cristianos.
Independientemente del transcurrir de la trama, fue con una frase que el joven protagonista me hizo comprender lo que realmente quiere decir Dios cuando nos habla de aprender a vivir en “contentamiento”. Cuando leí eso por primera vez, confieso, el sinónimo que sonó en mi mente fue: resignación. Pero, cuando ese joven que vivía en la ladera alta de una montaña árida, dijo: “Vivo aquí entre la tierra, sí, pero vivo aquí por elección. . .”, lo que escuché fue convicción y una aceptación explícita pues era su elección el subsistir en ese lugar inhóspito con todas las incomodidades que implicaba, viviéndolo con pasión, gozo y encontrando belleza en medio de las carencias.
Entonces pensé en la frase de la oración que con tanta frecuencia decimos: “Señor, hágase Tu Voluntad”. ¿Qué tanta verdad hay en nuestra oración? ¿Acaso aceptamos de igual forma las circunstancias que Él dispone en nuestra vida que aquellas que nosotros elegimos?
Si el personaje de la película hubiera terminado en el mismo paraje por alguna circunstancia ajena a su voluntad, ¿habría gozado del sol agobiante, la sequedad del ambiente y la soledad?
Me atrevo a asegurar que no y lo sustento, no sólo en mi experiencia personal sino en las innumerables veces en que he visto a mi alrededor a creyentes cuestionando y quejándose de su realidad, obviamente, Voluntad de Dios.
Parece que el renunciar a nuestra voluntad y aceptar la de Dios es la fórmula para vivir en el contentamiento que, ahora, traduzco como aceptación.
Ahora. . . tras descubrir la atadura que me impide vivir en gozo las circunstancias no elegidas me pregunto, ¿podré vivirlas con gozo la próxima vez? ¿Y tú, podrás?. . . ¡Piénsalo bien!

viernes, 6 de mayo de 2011

"En su lugar"

“Porque Dios abomina a los orgullosos, pero exalta a los humildes”, es un versículo que siempre me pareció lógico y simple de comprender. Hasta que, hace unos cuantos días, pude ver que la sentencia tiene pliegues y mayor profundidad de la que inicialmente aparenta.
Si alguien me hubiera preguntado a cuál de los dos grupos pertenezco, mi respuesta habría sido que a la de los humildes. ¡Nada más falso, veo ahora! Y también lo descubrí cuando, sentada en un restaurante, hablaba de Dios a una personita cuya cultura borró a Dios y, por ende, la oportunidad de conocerlo.
Mi entusiasmo creció al hablar pues me percataba de que, después de 8 años, 7 meses y 6 días, tengo una experiencia y conocimiento de Dios que ni siquiera imaginé. El corazón me rebosaba de amor al presentarlo a aquella joven y el respaldo de Su Palabra me llenaba de confianza por saber que, todo, era Su Verdad.
Incluso cuando mi pequeña amiga me preguntó sobre la forma en que lo había conocido, mi corazón se alegró de tener la oportunidad de hacerlo. Sólo que, la emoción cambió a medida que le iba relatando mi historia. Un sentimiento de vergüenza fue invadiéndome, no sólo por mi pasado, sino al darme cuenta de que al paso de estos años me había revestido del orgullo que me produce pertenecer a la familia de Cristo, algo que no está mal. El error, comprendí, está en que poco a poco me he ido olvidando de mi verdadera condición pecadora y hasta he comenzado a creer que mi nueva “buena conducta” ha sido el motivo de mi exaltación y justificación.
El versículo resonó en mi cabeza redarguyéndome y entendí que la razón para mi exaltación es por el simple hecho de que llevo a Cristo en mí y no por mis méritos. Porque, a decir verdad, mi pasado e incluso mi presente condición siguen siendo motivo de humillación para mí. ¡Un día fuera de la Voluntad del Señor, siempre, se convierte en un día motivo de mi vergüenza! ¿Acaso he dejado de ser pecadora?
Me resulta muy claro, ahora, que es sano recordar y confesar mi pasado; hablar de él con la gente para poner las cosas en su lugar y no permitir que mi poco avance me envanezca y me vuelva orgullosa.
Si hoy te preguntara a qué grupo perteneces, tú, ¿de qué grupo serías?. . . ¡Piénsalo bien!

lunes, 25 de abril de 2011

"Nadie quiere a Dios"

A manera de ejercicio, hoy decidí intentar escribir un párrafo acerca Dios como si fuera una persona a la que yo debiera presentar ante un público de oyentes. Haciendo uso de un buscador electrónico en la Biblia, escribí: “Dios es. . .”
El primer versículo que obtuve de mi búsqueda fue: “Dios es amor” (1 Juan 4:16)
La respuesta llamó mi atención y continué leyendo el listado que arrojó a continuación:
“. . .Y su amor para con los hombres” (Tito 3:4); “El Señor encamine vuestros corazones al amor de Dios” (2 Tesalonicenses 3:5); “Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, . . .” (Efesios 2:4); “. . . y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento. . .” (Efesios 3:19); “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos. . .” (2 Corintios 13:14); “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. . .” (Romanos 5:8). . .
¡Vaya revelación!, y no me refiero al hecho de que yo desconozca del amor de Dios, sino al descubrir una de las razones por las que, en nuestra sociedad contemporánea, ¡Nadie quiere a Dios en su vida! 
Nosotros los creyentes como divulgadores de Su mensaje, desafortunadamente, hemos tomado la estrategia de resaltar con mucho énfasis en nuestros oyentes la urgencia de que reconozcan su condición de pecadores y su necesidad de Cristo para salvarlos de un destino de perdición. Desplegamos una interminable lista de reglas para convencerlos de que las han infringido, cuando, de principio a fin en las Escrituras, Dios dejó asentado reiteradamente que, lo que lo ha movido desde la creación del mundo, es ¡su infinito amor por nosotros!
¿Cómo he podido olvidar hablar de la esencia del corazón de Dios y la razón de la presencia de Cristo entre nosotros?
Cuando tú hablas a otros de Dios, ¿cómo lo presentas? ¿Como el Dios castigador y airado, o como el que ama sin límites?. . . ¡Piénsalo bien!

sábado, 23 de abril de 2011

"Palabras"

La Biblia es, a fin de cuentas, un libro que, como todos, utiliza palabras para expresar ideas, relatar historias, documentar hechos y registrar evidencia de la vida de los que Dios eligió para enseñarnos algo.
Los creyentes la leemos constantemente con la certeza de que, siendo inspirada por Dios, encontraremos respuestas para avanzar en el desarrollo de nuestra fe. Yo, después de 8 años, 6 meses y 24 días de camino en la fe, he leído la Biblia 4 veces y apenas caigo en la cuenta de que, muchas veces, sólo he llegado a la lectura de palabras para comprender superficialmente la idea. Otras ocasiones, siguiendo la invitación de la Palabra, he meditado en ellas. Pero, hasta hoy, es que estoy comenzando a sopesar la trascendencia de lo que implica vivir conforme a ella.
Y todo surge cuando se del abatimiento en el que vive una entrañable amiga, cuyo resumen de vida en el último año incluye: dejar el país que fue su hogar por más de 20 año; dificultades económicas graves; rezago profesional de varios años a pesar de ser una mujer brillante; la pérdida del negocio de su esposo; ver partir a su hijo; la desintegración de la empresa en la que veía la esperanza de resurgir profesionalmente y, muchos otros eventos que, uno a uno, la han dejado con las manos vacías. Sin proyecto definido de vida y sin dirección clara, sintió el desasosiego natural del que parece haber quedado atrás y olvidado de Dios.
Al pensar en su historia, no pude evitar preguntar a Dios: ¿Qué estás haciendo en la vida de quien te sigue y te busca de todo corazón, Señor?
Un versículo, que sólo habían sido palabras en mi memoria, se hizo respuesta viva: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20).
¡Juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí!
¿Qué hizo Jesús al morir en la cruz?, pensé. Entregó su vida, renunció a la gloria en que vivía para estar entre nosotros y por amor a nosotros. No nos dio algo, ¡se entregó a sí mismo por mí y para seguir la Voluntad del Padre!
Si como creyentes vivimos para entrenarnos para ser más como Cristo, ¿Por qué me sorprende que mi amiga, que anhela seguir a Jesús para sentir la presencia de Dios intensamente, esté teniendo que crucificar cada uno de sus anhelos? ¿No será que, para que la Voluntad de Dios se de en su vida plenamente, Él está haciendo espacio?
¡Vaya que tomé a la ligera la Palabra de Dios cuando habló de “ser crucificado”!
Y tú, cuando lees la Biblia, ¿qué tanto estás entendiendo su mensaje?. . . ¡Piénsalo bien!

viernes, 22 de abril de 2011

"Voluntades"

Caifás era el que había aconsejado a los judíos que era preferible que muriera un solo hombre por el pueblo”, leemos en el libro de Juan (18:14) y la cita parece referirnos que aquel religioso judío tomaba la decisión de sacrificar a Jesús, uno de los suyos, por el bienestar del resto del pueblo israelita. Y eso podría parecer una razón justificable y hasta cierto punto, sabia.
Pero, ¿qué movía en realidad a aquel hombre? ¿Era su motivación verdaderamente interesada en proteger a los suyos?
Otros pasajes nos hablan de la irritación que los religiosos sentían por la popularidad de Jesús y porque sus predicaciones no hablaban de las religiosidad con la que ellos se empeñaban en sujetar al pueblo, sino de una relación de amor con Dios.
La voluntad de aquel grupo de dirigentes religiosos judíos era que Jesús muriera para acabar con el problema.
Paralelamente, otra Voluntad estaba dando curso a la historia en la vida de Jesús, una con motivaciones y razones muy distintas, fundabas en un verdadero amor y con miras, también, a resolver un enorme problema: la muerte eterna de los humanos.
Probablemente, cuando Cristo expiró en aquella cruz, Caifás, Anás y el resto del sanedrín, reunidos se congratularon por haber logrado su cometido. A su entender, su voluntad había prevalecido, sin imaginar que no había sido su voluntad sino la de Dios y Jesús mismo la que había llevado todo a ese fin. Ellos, que se creyeron los autores intelectuales, no fueron más que instrumentos del verdadero Autor, Dios.
¿Cuántas veces no he pensado que estoy en manos de gente que, con sus decisiones, maneja mi futuro? Y, ¿cuántas veces más, yo misma, me he creído capaz de forjar mi destino?
No sé qué estarás viviendo ahora, pero, ¿quién crees que está dirigiendo el cauce de tu vida?. . . ¡Piénsalo bien!

jueves, 21 de abril de 2011

"Traición"

“Traición: alevosía, deslealtad, perfidia, infidelidad”. Todas estas palabras son sinónimos de “traición” y cada una de ellas va sumando un acto más de impiedad a la acción. La alevosía sugiere que, el traidor, además del acto en contra del traicionado, es responsable y consciente del daño que pretende hacer. La deslealtad y la infidelidad implican un pacto, un vínculo o acuerdo entre el traidor y el traicionado hecho antes de manera explícita.
En la Biblia tenemos varias historias que nos relatan de traiciones: Saúl, por ejemplo, traicionó a David y a Dios con su desobediencia.
En el capítulo 14 del libro de Juan, las Escrituras nos relatan el triste papel de Judas Iscariote como el traidor de Jesús, su maestro y Rabí, a quien había acompañado por tres años, de día y de noche. De quien había recibido la encomienda de salvaguardar y administrar los recursos para la provisión de los apóstoles. Y a quien, en un acto explícito de desaprobación por la forma en que se conducía como líder, entregó a sus perseguidores.
La pena me embargó tanto por Judas como por Cristo. ¡Que ciego tuvo que haber sido el pobre Judas como para no creer en Jesús después de presenciar milagros e incluso compartir los dones que les otorgó en diferentes momentos! ¡Cuánta soberbia contenía su corazón como para no poder renunciar a sus expectativas sobre la liberación de su pueblo por medios humanos! ¡Cuánto sufrimiento debe haber padecido al saberse el autor de la terrible e inmisericorde tortura de Jesús, al que seguramente amaba!
Pero, ¿y Jesús? ¿Acaso no amaba a Judas y, sabiéndolo todo como Dios que es, no sufrió de antemano sabiendo que lo entregaría a sus enemigos? ¡Cuánto debe haber sufrido Jesús por Judas, pues sabía del dolor que viviría redargüido con tal fuerza que hasta la vida perdería! ¡Que tragedia vivir el día junto a Judas conociendo de su mentira!
En la relación de Jesús y Judas existía amor y, por un tiempo, lealtad por parte de Judas. Y eso hace que la traición duela más, probablemente, que la consecuencia de la traición.
Tristemente, me doy cuenta, de que todos apuntamos con el dedo a Judas y lo juzgamos pensando en su baja condición moral por lo que hizo, pero, siendo honesta, reconozco que más de una vez he traicionado a Jesucristo haciendo lo mismo que Judas. Yo también he intentado forzar la voluntad de Dios y pretender resolver los problemas a mi modo haciendo a un lado los principios que Él me marca. Y, con mi conducta, he entregado el nombre de Jesús en manos de sus enemigos.
Mi conciencia me acusa y me duele pensar que, muchas veces, lo he traicionado y avergonzado Su nombre. Y tú, ¿encuentras algo de la vida de Judas en tu propia historia?. . . ¡Piénsalo bien!

lunes, 18 de abril de 2011

"Derrocado"

Tal vez uno de los conflictos mayores que enfrentan lo creyentes jóvenes actualmente es sobre el mandamiento explícito de Dios: “No harás yugo desigual”. Y, leyendo el antiguo testamento, veo que Dios pedía a Israel, una y otra vez, que no se unieran en matrimonio con los habitantes de pueblos que practicaban la idolatría y no lo honraban.
Parece que la razón para esa instrucción resultaba muy obvia. La adoración de ídolos era y había sido una de las razones para el alejamiento de Israel de la presencia de Dios. Y que en nuestros tiempos, donde ya no es tan evidente la presencia de tales ídolos, el mandamiento pareciera que ha perdido vigencia.
Una sola imagen me hizo descubrir que los ídolos, aunque ya no son de piedra, siguen siendo el motivo de una persona para alejarse de Dios y desplazarlo por una nueva imagen de adoración.
Aunque es difícil pensar que el bello rostro de una joven puede convertirse en el ídolo que sube al trono que sólo Dios debiera ocupar en el corazón de un hombre, la realidad es que Dios es derrocado con más frecuencia de la que quisiéramos por un par de ojos bonitos.
Ante la disyuntiva de los jóvenes para optar entre Dios o la persona por la que se sienten tan atraídos, su fe se ve disminuida para evitar que se interponga a su decisión de conservar a su ser amado.
Confieso que siento una profunda tristeza por nuestros jóvenes y otra, aún más grande, por el dolor de Dios al sentirse desplazado. Y me pregunto, además de una pareja, ¿cuántos más ídolos no estarán ocupando el lugar de Dios en nuestra vida?. . . ¡Piénsalo bien!

"Título"

Cuando vamos de viaje, un sólo pensamiento puede marcar la diferencia sobre nuestra forma de vivir el trayecto: nuestro destino.
No es lo mismo un viaje cuyo fin es el encuentro con un cliente que nos espera con una queja sobre la calidad de un producto que nosotros le vendimos, a que aquel que hacemos para reunirnos con la hermana que no hemos visto en mucho tiempo. Nuestro ánimo, nuestras expectativas y la forma en que viviremos el tiempo de traslado es definido por lo que nos espera al final del camino.
Si, como una agencia de viajes, tuviera que dar un título al viaje por la vida de todo creyente, muy probablemente la llamaría “Camino al cielo” porque, a fin de cuentas, ese es el destino final de todos los creemos en la salvación que Cristo , con su muerte, nos aseguró.
Y, uno de los últimos anuncios que Jesús hizo antes de volver junto a Dios Padre, me hace reflexionar sobre el lugar al que finalmente llegaremos y me recuerda que la vida es tan sólo un tiempo de tránsito mientras llegamos a él: “En la casa de mi padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros” (Juan 14:2).
¿No sería, entonces, suficiente motivo de aliento y alegría en los momentos de prueba el saber dónde será nuestra morada final? ¿Acaso una estancia eterna junto a Dios no es suficiente razón para vivir el recorrido temporal por esta tierra con esperanza y la correcta perspectiva?
Sin negar el derecho de reconocer el dolor que las tribulaciones nos hacen sentir, me cuestiono, ¿realmente creo que el cielo y una vida junto a Dios es mi destino? Tú. . . ¿lo crees verdaderamente?. . . ¡Piénsalo bien!

sábado, 16 de abril de 2011

"El engaño"

 Cuando recién inicié mi camino en la fe surgió una idea que, me di cuenta después, era un engaño del que no podía responsabilizar a nadie más que a mi propia expectativa.
Esperaba que, como por arte de magia, mis problemas se esfumaran y que el futuro no incluyera más que felicidad y un camino recto, plano y sin contratiempos. Pero las cosas no sucedieron así y pronto comencé a engendrar la sensación de que, mi nuevo Dios, estaba fallándome.
Mi ignorancia comenzaba a causar estragos y, gracias a la dirección de una mujer mayor, madura en la fe, mi auto-engaño fue velándose a la luz del conocimiento de la Verdad.
Versículos como: Por que el dolor que viene de Dios es para salvación, pero el que viene de Satanás es para muerte, cambiaron mi idea de que Dios quería evitarme cualquier experiencia dolorosa; o, “Cuando cruces las aguas, yo estaré contigo; cuando cruces los ríos, no te cubrirán sus aguas; cuando camines por el fuego, no te quemarás ni te abrasarán las llamas” (Isaías 43:2). 
¿Por qué será que, cuando el resultado del conocimiento está contra nuestra expectativa, hasta la lógica más elemental es desechada?
Cruzar las aguas, los ríos y el fuego, son imágenes que nos hablan de prueba y las pruebas, por definición, implican reto, dolor o sacrificio y, recordando que Dios también dispone dolor para entender nuestra salvación, mi expectativa de una vida sin retos se reveló como una estratagema de mi ego ávido de confort.
Confieso que, a la fecha, no me gustan las pruebas dolorosas y que muchas ocasiones me rebelo a la idea de que Dios está detrás de ellas. Pero, cuando las emociones bajan, la Verdad me recuerda que es Dios quien las permite y que tiene un propósito para ellas.
Cuando tú decides confiar y tener fe en Dios, ¿también incluyes el dolor y las pruebas como parte de Su Voluntad?. . . ¡Piénsalo bien!

lunes, 11 de abril de 2011

"Binomio"

 La recomendación que con más frecuencia he escuchado, después de “confía en el Señor”, probablemente ha sido el de “lee constantemente la Biblia y anteponla a cualquier actividad como parte de tu rutina diaria”.
Después de más de 8 años sigo confirmando que, no sólo es importante como parte de un sano crecimiento, sino como una forma única y vital de enfrentar los retos, pequeños y grandes, de nuestro diario vivir en el Señor.
Los tiempos por los que ahora cruzo han puesto mi vida de cabeza y una forma en que mantengo la mira del horizonte claramente, es a través de los versículos que mis hermanas en Cristo me envían para alentarme, recordarme y acompañarme. Pero, aunque muchos de ellos son promesas claras y concretas, en esos momentos en que la emoción parece atropellar la razón, tengo que echar mano de otros mensajes de la Escritura para hacer más sólida mi fe.
Confía en el Señor de todo tu corazón y haz el bien; establécete en la tierra y mantente fiel. Deléitate en el Señor, y Él te concederá los deseos de tu corazón” (Salmos 37:3,4) fue uno de los mensajes que recibí en un momento de mucha incertidumbre. Cierto, pensé, Dios conoce los deseos de mi corazón y los hará realidad si yo cumplo las condiciones de confiar en Él, mantenerme fiel y hacer el bien, pero, ¿qué hay de los tiempos intermedios? ¿Qué me corresponde vivir hasta que Dios llegue a entregarme el regalo de mis deseos concedidos?
Un segundo versículo me infundió paz y confianza, ésa que requiero para entregarme a la Voluntad de Dios y no caer en la tentación de buscar seguir mi voluntad conforme a mi propio entender: “Por que Yo sé muy bien los planes que tengo para ti, afirma el Señor, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darte un futuro y una esperanza” (Jeremías 291). A pesar de sentirme en medio de la calamidad, ¡qué alivio saber que ese no es mi destino final! Tener la certeza de que Dios quiere lo bueno para mí me colma de paciencia para esperar. . . ¡esperar en Él! 
La Biblia es un sólo mensaje y para recibirlo todo, necesitamos leerlo, desglosarlo y hacerlo nuestro. Así podemos recordarlo en los momentos de más necesidad.
Si estuvieras en mi lugar, de frente al reto, ¿tendrías lo suficiente del mensaje para confiar en Dios?. . . ¡Piénsalo bien!