lunes, 4 de abril de 2011

"No estorbar"

Con un sentido totalmente incompatible con el dicho de: “Mucho ayuda el que no estorba”, me encontré desmenuzando el pasaje del primer libro de Samuel donde cuentan la historia de Elí y de sus hijos.
El sacerdote Elí, de la tribu de los levitas a quienes Dios había consagrado para el cuidado del templo, según la escritura, es un hombre justo y temeroso de Dios. Pero, sus dos hijos adultos, a pesar de haber crecido conociendo del Señor y viendo el testimonio de vida de su padre, son abiertamente desobedientes y profanan las ofrendas sagradas en público. Son además conocidas sus fornicaciones y eso llega a oídos de su padre, quien los reprende por su pecado.
A pesar de eso, Dios hace en parte responsable a Elí diciéndole que “no los estorbó” y las consecuencias para Elí, sus hijos y toda su descendencia son mortales.
Como madre de hijos adultos, el mensaje me resonó en la conciencia, una y otra vez, cuestionándome, ¿cómo habría yo de estorbar a mis hijos para prevenir su pecado?
Cuando los hijos son niños, nuestra autoridad y supervisión puede ser estrecha. La obediencia es el mandato para ellos y es nuestra labor el enseñarlos a obedecer, no sólo lo que nosotros mandamos, sino instruirlos en los mandamientos de Dios. Pero, cuando ya son jóvenes adultos, lo que se espera es que honren a sus padre porque, ¿cómo exigir obediencia cuando su ámbito de vida rebasa nuestra posibilidad de supervisión? 
La reflexión me llena de inquietud al pensar no sólo en la consecuencia de sus pecados sobre sí mismos, sino en la que pueden traer sobre toda la familia.
Mi única idea es advertirlos y orar, porque, si Elí no logró mover en sus hijos la conciencia, la esperanza para mí está en que el Espíritu de Dios lo haga.
Esta noche, yo misma me desvelo buscando la respuesta. . . ¡Pensándolo bien!

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