domingo, 26 de junio de 2011

"Rincones"

A veces no puedo evitar el pensar en cuán equivocada es la forma de clasificar de la gente sobre lo que la Biblia dice y enseña. Muchos la toman casi como “letra muerta” cuando, en mi experiencia, es la más viva de las lecturas que han pasado por mis manos.
Por ejemplo, algo que casi todos hemos leído sin mucho detenimiento, es la forma en que Dios organiza a los israelitas en el libro de Exodo. Y, algo que particularmente me ha dado mucho que aprender son las ciudades de refugio.
Esas ciudades eran lugares adónde la gente que había cometido un delito, ahora llamado “imprudencial”, es decir, sin la intención de hacerlo, podían ir a vivir y así evitar una sentencia de muerte.
En mi vida diaria veo que tales “delitos” son cometidos por mucha gente, una y otra vez, sólo que su consecuencia es la ruptura definitiva de una relación, sentencias críticas y descalificadoras de los que los rodean o el constante ataque de la gente quienes los clasifican de por vida como “culpables”. Poca o nula oportunidad tienen esos infractores de recuperarse de las consecuencias de sus errores.
¿Qué sería de todos esos “culpables” si cada uno de nosotros abriéramos en nuestro corazón una pequeña ciudad de refugio? Un espacio, un rincón donde pudiéramos mostrar Gracia y perdón. ¡Cuántos no se librarían del cadalso de nuestro juicio!
Después de enterarme que Dios ordenó ese rincón de Gracia para mostrarla a los culpables, quiero abrir el mío y espero que se grande, ¡muy grande!  Y tú, ¿cuándo inaugurarás el tuyo? Tal vez ya es tiempo y te haga falta ¡Piénsalo bien!

sábado, 18 de junio de 2011

"Sin el Libro"

Mi transitar constante por las carreteras durante las últimas semanas, han ocurrido en todo tipo de panoramas y clima. Algunos paisajes bajo el sol del atardecer han sido un bálsamo a mis angustias y otros, lluviosos y oscuros, fueron el reflejo de mi propio estado de ánimo.  Pero los caminos cubiertos de neblina son los que más corresponden con mi momento de vida.
Por la niebla, la velocidad del ritmo de mi vida fue alterada y por momentos, hasta he quedado casi paralizada. Y, a pesar de ello, he tenido que continuar entre la espesa niebla de la incertidumbre. Hubo días en los que, avanzando sobre el asfalto, las únicas guías fueron las rayas sobre la carpeta oscura, con todo a mí alrededor borrado por la cortina de nubes, sin luz ni paisaje ni anuncios. ¡Qué difícil ha sido seguir adelante casi a ciegas!
Durante este tiempo pleno de urgencias, mis hábitos quedaron atrás, tanto que ¡ni siquiera pude leer mi Biblia diariamente! Pero, al igual que los momentos en que lo único que pude ver frente a mis ojos fueron las rayas sobre el asfalto, la memoria de sus enseñanzas fue mi guía para continuar a ciegas.
¿Vivo en pecado o desobediencia? Honestamente, creo que no. Y me alegro de haber atesorado en los tiempos soleados cada una de los versículos que, como rayas discontinuas, continuas, amarillas o dobles, me permitieron seguir sobre el camino en la certeza de que Dios me cubriría al caminar por fe y no por vista.
Hace no mucho hubiera vivido estos tiempos de vértigo con culpa por no mantener mi hábito de leer continuamente la Biblia pero, ahora, comprendo que ese arsenal de verdades son mi herramienta para los tiempos de tempestad.
Y tú, ¿Cuánto de las verdades de Dios has atesorado para los tiempos en que tengas que caminar entre la niebla? ¡Piénsalo bien!

sábado, 4 de junio de 2011

"Vacante"

Las pocas conversaciones que he tenido con personas que se declaran a sí mismas como “ateas” siempre me generan múltiples reflexiones y, por qué no decirlo, tristeza por pensar en la soledad que tarde o temprano vivirán al pasar de sus días sin conocer a Dios.
El turno, hace muy poco, fue de una joven decidida y diligente a resolver cualquier cosa o contratiempo que se le pone enfrente. Capaz de tomar decisiones sobre su lugar de residencia a sabiendas de todas las implicaciones como: llegar a un lugar sin conocer a nadie, buscar empleo y casa, vivir la incertidumbre y, a veces, hasta desconocer el idioma. Apenas rebasando los veinte, ya es independiente económicamente y con valor suficiente como para emprender los cambios que un día sueña o imagina.
Al observarla nace en mi admiración por su valentía y, en muchas áreas, su madurez. Pero una nube de ternura y compasión la empaña al darme cuenta de que, en esa temeridad, también vive un poco de arrogancia y soberbia, dos ingredientes que alejan a cualquiera de la oportunidad de una relación con Dios.
Y las evidencias para mi declaración, obviamente, están en la Biblia porque, ¿quién necesita a Dios si tiene la vida resuelta por sus propios medios?
En la gran mayoría de las historias en la Biblia encontramos que el personaje principal se encuentra en aprietos, con alguna imperante necesidad y que es incapaz de resolverla sólo.
Alguna vez pensé que Job era una excepción pero, al final del libro, encontré que él mismo declara que: “Antes sabía de Ti, Dios, ahora te conozco”. Era piadoso, respetuoso de Dios y recto, pero no conocía personalmente al Señor.
Pero, ¿por qué habría de sorprenderme con mi hallazgo si, desde que inicia la historia con Adán y Eva, conociendo ambos a Dios, buscaron independizarse de su tutela al decidir por sí mismos algo que era contrario a Su Voluntad?
Así que, sin olvidar mi conclusión y mi experiencia, respondí a las preguntas curiosas de aquella inteligente joven pero, con la misma honestidad, le dije que comprendía que ahora fuera tan firme en su decisión de “jamás creer”, pues en su vida, todavía, no está vacante el puesto de Dios. . . aún es ocupado por un ego que todo lo puede. . . hasta ahora.
He pasado por cosas muy difíciles y vivido grandes humillaciones que, ahora digo convencida, agradezco porque me enseñaron humildad y me mostraron mi incapacidad. Y gracias a eso, conocí a Dios y soy creyente. A ti, ¿qué te hace falta para reconocerlo y conocerlo? ¡Piénsalo bien!. . .