lunes, 11 de abril de 2011

"Binomio"

 La recomendación que con más frecuencia he escuchado, después de “confía en el Señor”, probablemente ha sido el de “lee constantemente la Biblia y anteponla a cualquier actividad como parte de tu rutina diaria”.
Después de más de 8 años sigo confirmando que, no sólo es importante como parte de un sano crecimiento, sino como una forma única y vital de enfrentar los retos, pequeños y grandes, de nuestro diario vivir en el Señor.
Los tiempos por los que ahora cruzo han puesto mi vida de cabeza y una forma en que mantengo la mira del horizonte claramente, es a través de los versículos que mis hermanas en Cristo me envían para alentarme, recordarme y acompañarme. Pero, aunque muchos de ellos son promesas claras y concretas, en esos momentos en que la emoción parece atropellar la razón, tengo que echar mano de otros mensajes de la Escritura para hacer más sólida mi fe.
Confía en el Señor de todo tu corazón y haz el bien; establécete en la tierra y mantente fiel. Deléitate en el Señor, y Él te concederá los deseos de tu corazón” (Salmos 37:3,4) fue uno de los mensajes que recibí en un momento de mucha incertidumbre. Cierto, pensé, Dios conoce los deseos de mi corazón y los hará realidad si yo cumplo las condiciones de confiar en Él, mantenerme fiel y hacer el bien, pero, ¿qué hay de los tiempos intermedios? ¿Qué me corresponde vivir hasta que Dios llegue a entregarme el regalo de mis deseos concedidos?
Un segundo versículo me infundió paz y confianza, ésa que requiero para entregarme a la Voluntad de Dios y no caer en la tentación de buscar seguir mi voluntad conforme a mi propio entender: “Por que Yo sé muy bien los planes que tengo para ti, afirma el Señor, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darte un futuro y una esperanza” (Jeremías 291). A pesar de sentirme en medio de la calamidad, ¡qué alivio saber que ese no es mi destino final! Tener la certeza de que Dios quiere lo bueno para mí me colma de paciencia para esperar. . . ¡esperar en Él! 
La Biblia es un sólo mensaje y para recibirlo todo, necesitamos leerlo, desglosarlo y hacerlo nuestro. Así podemos recordarlo en los momentos de más necesidad.
Si estuvieras en mi lugar, de frente al reto, ¿tendrías lo suficiente del mensaje para confiar en Dios?. . . ¡Piénsalo bien!

No hay comentarios:

Publicar un comentario