sábado, 17 de enero de 2015

"La lección de Lot"

–Nos fuimos de ahí porque vimos como muchas familias, que habían llegado juntas, se fueron con un divorcio y la familia disuelta. ¡Demasiada fiesta! –fue la explicación de mi hermana, quien había vivido por varios años en una ciudad junto al Caribe.

Esa experiencia me vino a la mente, más de una vez, cuando alguna pareja de amigos hizo el anuncio de que se mudaban a vivir a esa misma ciudad. Por no arruinar el momento de los amigos, jamás pronuncié aquello como una advertencia ante el peligro de la influencia. 

Hoy que leo sobre Lot –cuando su tío Abram le abre la opción de elegir en qué tierras quiere establecerse para evitar conflictos –y éste elige las tierras cerca de Sodoma y Gomorra, me pregunto si Abram tuvo la misma tentación de alertarlo sobre la vida disoluta que los habitantes de esas ciudades llevaban. ¿Qué habría pasado si Abram hubiera intentado prevenirlo?

Sabemos que esta separación es fue dar solución a pleitos, entonces. . . quiere decir que había pleitos que ponían en riesgo la relación tío y sobrino. Así que Abram pudo haber sido fácilmente interpretado como manipulador que intentaba disuadir al sobrino para él quedarse con las tierras más fértiles.

O puede ser que, conociendo la altivez propia de los más jóvenes, Abram haya decidido no decirle nada sobre los riesgos de la cercanía de aquellos pecadores simplemente en la certeza de que no sería escuchado.

Otra opción –más afín a la forma como he concebido a Abram, un hombre sin apego a lo material – es que Abram antepusiera su decisión de mantener a su clan a salvo en los caminos de justicia y rectitud, y no los iba a exponer a una influencia perversa (en el capítulo 18, versículo 19, confirmo que Dios lo eligió para que así lo hiciera). 

Al final, lo que sí sabemos es que Lot vivía tan cerca de Sodoma y Gomorra que tuvo que salir huyendo cuando Dios decide destruirlas, y que sufrió pérdidas muy personales. Y entonces vuelvo a mi pregunta: ¿Habría Lot escuchado y aprendido sólo a través del consejo de su tío?

viernes, 9 de enero de 2015

"A decir verdad. . . ¿Quién es el tal Elifaz?"

“Sin motivo demandabas fianza de tus hermanos, y en prenda los despojabas de sus mantos; ¡y desnudos los dejabas!”, leí en el capítulo 22 del libro que narra la vida de Job.

¿De quién habla el tal Elifaz? ¿Quién es el monstruo que describe en los versículos siguientes? ¿Quién dejó sin agua al sediendo y negó comida al hambriendo, y cometió tantas sinvergüenzadas?

Entonces regreso al capítulo uno y releo: “No hay en la tierra nadie como él; es un hombre recto e intachable, que me honra y vive apartado del mal”. Sí, es Dios hablando del mismo personaje a quien Elifaz –supuesto amigo de Job– se refiere.

El resto del capítulo 22 continúa salteado de acusaciones y declaraciones ciertas –algunas hablando de Dios.

Yo, que usualmente subrayo en mi Biblia aquello que llama mi atención y sé que debo recordar, en esta ocasión no lo hago pues algo me impide seguir mi costumbre. Me doy cuenta de que han surgido alertas sobre todo lo que está escrito bajo el título de “Tercer discurso de Elifaz”.


¿Cómo estar segura de que su discurso no está alterado? ¿Cómo confiar en alguien que es capaz de levantar acusaciones que a todas luces son falsas y contravienen la opinión que Dios tiene de Job?

Paso de largo y no subrayo una sóla palabra de todo el texto.

La incomodidad que me produce descubrir como he escuchado y hasta seguido consejos de quienes no tienen a Dios por aval, me señalan mi descuido y poca sabiduría. ¿Cuántas veces he tomado por verdad las aseveraciones de quienes incluso son opuestos a lo que Dios dice?


Tal vez Elifaz fue un mal amigo y un mentiroso pero algo debo agradecerle: Recordarme que debo ser cuidadosa al elegir a quien escucho.