jueves, 17 de marzo de 2011

¡Pensándolo bien!. . .


Siempre he creído que quien tiene el gusto por la lectura vive una vida con fronteras mucho más amplias que las que ofrece el mundo cotidiano que perciben nuestros sentidos. Leer nos da la capacidad de entrar en los pensamientos de otros, pasear por los parajes que alguien más ha disfrutado o simplemente rebasar el límite de nuestra propia imaginación aprovechando que otro ha ensayado con ella más que nosotros.
Pero existe un libro en particular que ha impactado realmente mi vida después de su lectura: la Biblia. Y, tomando el riesgo de mencionarla a los lectores que no la conocen, me atrevo a confesar que inicié hurgando en ella con la mala intención de poder desacreditarla. Lo que no esperaba, también confieso, es encontrarme con que aquella manera de llamarla “La Palabra Viva” fuera literal y no un cliché.
De ahí que pasé de la curiosidad a la necesidad de descifrarla y, después de ocho años cuatro meses y 16 días, sigo encontrando que su mensaje va tomando profundidad al revelarme sus verdades. Cada vez que paso por sus páginas me llevo en el puño una nueva revelación, una respuesta o una promesa que Dios mismo me entrega.
Y de ahí que me surgió el deseo de compartir la fascinante experiencia de mis descubrimientos en el libro de libros. Tal vez, para algunos, mis hallazgos sean algo que ya hayan descubierto por sí mismos y, para otros, puede resultar una pista o una respuesta a cuestiones pendientes en su propia búsqueda. Lo que estoy segura es que, las maravillas con las que se topa aquel que busca conocer a Dios a través de su Palabra, son siempre dignas de divulgarse y disfrutarse.
Si de algo tengo la certeza es de que, quien anda con Dios, jamás termina de sorprenderse y, por qué no decirlo, fascinarse al conocerlo.
Así que, para comenzar, sólo te hago una recomendación, lector: Antes de cerrar la pantalla con el mensaje del Blogg, ¡piénsalo bien!
¡Bienvenido a mi aventura!

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