martes, 29 de marzo de 2011

"El efecto Jonás"

Acán hijo de Carmí (Josué 7:1) es, para mí, una confirmación de lo que he llamado el “efecto Jonás”. Y me recuerda que dejamos de seres aislados una vez que pertenecemos a la familia de Cristo.
En el caso de Jonás, profeta menor antes de la primera venida de Jesús, también era parte de un grupo importante, el pueblo elegido por Dios, Israel. La historia de Acán, resumida, es que Dios pone un límite y Acán lo pasa por alto al tomar el botín prohibido y por el que se siente atraído. En la siguiente campaña el pueblo de Israel es vencido y es hasta entonces que Dios señala que, entre ellos, residía “alguien” que había pecado al desobedecerlo. Josué, siguiendo las instrucciones del Señor, va descartando entre tribus, luego jefes, después familias hasta al culpable quien, tardíamente, confiesa el error de su avaricia. El hecho es que, incluso sin saberlo, el pueblo había sufrido la consecuencia del pecado de Acán simplemente porque él era parte de su comunidad ante Dios.
En el caso de Jonás, quien deliberada y abiertamente se rebela a la instrucción del Señor negándose a ir Nínive para entregar Su mensaje, trae la calamidad sobre los que viajaban en el barco que los llevaría a Jope, lugar hacia donde huye para alejarse del lugar al que Dios lo había mandado. Y no es hasta que confiesa que él es el responsable y lo arrojan al mar que el resto de los tripulantes deja de ser azotado por la tormenta.
En ambos casos la desobediencia trae una consecuencia pero no sólo al directamente responsable sino a los que lo rodean, su comunidad inmediata.
Muchas veces he visto el “efecto Jonás” en mi vida y en la de los que me rodean. Igual ha sido el padre que se aleja de Dios y su familia, que depende de su cobertura, vive estrechez económica; o la esposa que cae en adulterio y su esposo e hijos sufren la pérdida de su hogar; el empresario que comete fraude y los empleados pierden su fuente de ingreso;  o el pastor que se desvía en su ministerio y su iglesia se desintegra. Los ejemplos no son tan difíciles de encontrar a nuestro alrededor.
Si tuvieras que responder a la pregunta: con tu forma de vivir, ¿Traes bendición o calamidad a los tuyos? ¿Qué responderías?. . . ¡Piénsalo bien!

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