La sorpresa y la incredulidad la habían invadido. Después de horas y horas buscando una explicación lógica que diera el crédito a la tecnología o a un posible “hackeo” en su cuenta de la red social, llegó a la conclusión de que no había tal explicación. Afortunadamente, pensó ella, no fue la única que pudo ver aquella imagen de Jesús en la pantalla con el mensaje “Sígueme”, también su esposo y su hijo mayor lo había visto. Y, a pesar de la claridad con lo que yo podía entender el mensaje, ella se resistía a pensar que Dios hubiera podido usar algo tan mundano como una red social en la pantalla del computador para buscarla.
Después que me compartiera su experiencia, vino a mi memoria el pasaje donde Dios se presentó a Moisés a través de una zarza ardiendo. Me pregunté si él también sintió la tentación de seguir de largo e ignorar aquella mata en llamas. ¿Cuántas zarzas puedo haber visto un pastor, a fin de cuentas, en sus largos días en el campo? De no haberse detenido a observarlo y haber continuado su camino, ya fuera por tedio o por miedo, ¿habría perdido la oportunidad de convertirse en un hombre con el privilegio de ser amigo de Dios?
Pero la observación de quien, en mi opinión había recibido una llamada sobrenatural de Dios, me llevó a recapitular en los diversos pasajes de la Biblia en donde Dios se manifestó a algunos elegidos de formas distintas: en sueños, con profecías, con una burra que habló y las historias son todas tan distintas. Y me puse a pensar en cómo nuestra formación que todo lo racionaliza nos está dejando ciegos y, muy probablemente, privándonos de la oportunidad de escuchar a Dios cuando trata de alcanzarnos para tener una relación más íntima con nosotros.
Si ahora esperamos ver una zarza, debemos preguntarnos, ¿cuándo estamos en el campo como para que se dé la oportunidad? O queremos escuchar la voz del Señor, ¿cuándo estamos a solas y en silencio?
Dios no está ajeno a nuestra circunstancia de vida, como no lo estuvo de la de aquellos personajes bíblicos. Él uso su poder para hacer cosas extraordinarios según el contexto de aquel a quien quería tocar y lo sigue haciendo ahora. Y Dios obró maravillas para tener su atención pero el mensaje que les entregó, a fin de cuentas, fue lo realmente importante.
Yo vivo en la creencia de que Dios sigue haciendo milagros hoy en día y que sigue usando obras extraordinarias para captar nuestra atención, en la forma y tiempo donde puede encontrarnos. Ahora me pregunto, ¿Si ahora mismo Él se revelara a ti de manera sobrenatural, a qué le prestarías más atención: con el evento o el mensaje?. . . ¡Piénsalo bien!
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