Cuando pedimos a un creyente que recuerde alguna bendición o situación donde haya visto el poder de Dios, muy probablemente buscará entre sus memorias las cosas extraordinarias como una curación inexplicable o un accidente en donde milagrosamente un cristiano salió ileso.
Pero hoy, mientras leía el libro de Josué, encontré que Dios también nos participa de las bendiciones, no sólo como el depositario, sino como un actor en la historia que tiene como final la entrega de la bendición. Y las razones y la forma como Dios lo hace pueden ser muy distintas.
Por ejemplo, en Josué 17:3, menciona: “Pero cuando los hijos de Israel fueron lo suficientemente fuertes, hicieron tributario al cananeo”. Aunque los hijos de Manasés ya habían recibido la tierra asignada, tenían enemigos morando entre ellos, mismos que sojuzgaron cuando se fortalecieron. ¿Había bendecido ya el Señor? ¡Por supuesto! La tierra les había sido dada pero, para disfrutarla totalmente, debieron hacerse más fuertes y entonces reinar sobre ella.
Otro caso es el de la casa de José, que Josué reconoce como gran pueblo y de gran poder, y que se acerca a él pidiendo más tierra para cubrir sus necesidades (Josué 17:14-18). La respuesta es: toma el monte pero tú lo desmontarás para poseerlo. ¡Tiene que luchar y pelear por él, trabajar en él! ¿Había Dios mentido diciendo que era una tierra que él les entregaba? No, pero esperaba que esas tribus israelitas, que ya eran fuertes, hicieran su parte para recibir la heredad.
Todo me hace pensar en cómo, muchas veces, pedimos al Señor algo y esperamos que literalmente nos caiga del cielo sin “luchar” ni trabajar por ello. Igual una madre pide a Dios que sus hijos le amen y le sigan, pero no está dispuesta a luchar contra la inercia de la sociedad para rescatar un tiempo y usarlo para un devocional con ellos; o el joven que anhela un hogar firme con una esposa fiel a Dios pero se deja llevar por el pensamiento mundano y busca novia entre los seculares; o pedimos por salud y no llevamos una disciplina saludable o no luchamos contra la adicción al cigarro. Si revisamos un poco, ejemplos podemos encontrar muchos y muy personales.
¿Estás orando y pidiendo a Dios alguna bendición en tu vida? Antes de hacerlo, pregúntate si te corresponde hacer algo para recibir la dádiva y, ¡piénsalo bien!
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