“A Set le
nació también un hijo y le puso por nombre Enós. Por ese tiempo comenzaron los
hombres a invocar el nombre del Señor”, dice la Biblia en el versículo 26
del capítulo 4 de Génesis. Aunque es un señalamiento en apariencia simple,
amerita volver un par de capítulos para tratar de entender qué sucedió
entonces.
Retomando a Adán y Eva, sabemos de sus dos hijos
nacidos después de la expulsión del Edén, Caín y Abel, y como Caín mata a Abel,
ganándose el castigo de ser desterrado de su hogar y vivir lejos de la
presencia de Dios. Antes de que cometiera el asesinato, Dios le habla a Caín,
lo que nos asegura que Dios sigue en contacto con los descendientes de la
pareja original.
Eva, muerto Abel y Caín en el destierro, finalmente
vuelve a concebir un tercer hijo, Set y éste tiene un hijo llamado Enós.
Entonces, dice el versículo “comenzaron
los hombres a invocar el nombre del Señor”. ¿Qué sucedió para que Adán y
Eva, o el resto de los humanos que los rodeaban, no le invocaran?

Aunque busco en la historia, nada me lo aclara
pero, el señalamiento sobre el momento en que los seres humanos le invocan, me
sugiere que, cuando Eva dice que Dios le ha dado otro hijo en lugar de Abel, se
sintió menos desdichada, tal vez hasta perdonada, y volvió a hablar del Señor.
No tengo la certeza de mi conclusión pero, al
intentar resolver mi duda, pienso en las veces en que yo, tras fallarle al
Señor, dudo en volver a Él para buscar su ayuda. La culpa, aunque he confesado
mi falta y me he arrepentido, me limita y condena hasta el punto de alejarme de
Dios y, frente a otros, dejar de hablar de Él.
Por mi auto condena, caigo en el error de olvidar
que Dios me ha perdonado y que espera que nuestra relación se restaure, sintiéndome
cada vez más separada de Él.
Nunca sabré lo ocurrido en esos tiempos de la
historia de los descendientes de Adán y Eva pero, en la búsqueda de mi respuesta,
encontré una útil alerta para evitar que, mis errores pasados, logren alejarme
de Dios.
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