viernes, 9 de enero de 2015

"A decir verdad. . . ¿Quién es el tal Elifaz?"

“Sin motivo demandabas fianza de tus hermanos, y en prenda los despojabas de sus mantos; ¡y desnudos los dejabas!”, leí en el capítulo 22 del libro que narra la vida de Job.

¿De quién habla el tal Elifaz? ¿Quién es el monstruo que describe en los versículos siguientes? ¿Quién dejó sin agua al sediendo y negó comida al hambriendo, y cometió tantas sinvergüenzadas?

Entonces regreso al capítulo uno y releo: “No hay en la tierra nadie como él; es un hombre recto e intachable, que me honra y vive apartado del mal”. Sí, es Dios hablando del mismo personaje a quien Elifaz –supuesto amigo de Job– se refiere.

El resto del capítulo 22 continúa salteado de acusaciones y declaraciones ciertas –algunas hablando de Dios.

Yo, que usualmente subrayo en mi Biblia aquello que llama mi atención y sé que debo recordar, en esta ocasión no lo hago pues algo me impide seguir mi costumbre. Me doy cuenta de que han surgido alertas sobre todo lo que está escrito bajo el título de “Tercer discurso de Elifaz”.


¿Cómo estar segura de que su discurso no está alterado? ¿Cómo confiar en alguien que es capaz de levantar acusaciones que a todas luces son falsas y contravienen la opinión que Dios tiene de Job?

Paso de largo y no subrayo una sóla palabra de todo el texto.

La incomodidad que me produce descubrir como he escuchado y hasta seguido consejos de quienes no tienen a Dios por aval, me señalan mi descuido y poca sabiduría. ¿Cuántas veces he tomado por verdad las aseveraciones de quienes incluso son opuestos a lo que Dios dice?


Tal vez Elifaz fue un mal amigo y un mentiroso pero algo debo agradecerle: Recordarme que debo ser cuidadosa al elegir a quien escucho.

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