martes, 14 de febrero de 2012

"Regresando las páginas"

¿Alguien, alguna vez, se ha detenido y preguntado a Dios: Qué hago aquí?
Para quien tiene, como yo, la persistente costumbre de buscar la dirección de Dios hasta en las decisiones más pequeñas, aparecer en medio de una situación inesperada e incongruente con mis peticiones diarias, es algo difícil de entender. Y, eso, es lo que ha detonado mi pregunta, ¡más de una vez!
Pero, cuando releo los capítulos del libro de Éxodo y me detengo en los renglones en los que el autor describe como Dios guía al pueblo de Israel a través del desierto, -con una nube y una columna de fuego, de día y de noche-, la interrogante comienza a aclararse.
Si Dios, de manera explícita, los iba llevando a cada parada en el camino, ¿cómo es que el pueblo hebreo terminó en un lugar sin agua? Ocioso es recordar que, Dios, no duerme ni se distrae. Así que, sólo nos queda una conclusión posible: Por una razón importante, Él los condujo a ese derrotero. . . un desolado espacio en el desierto, seco y sin alimento.
Probablemente nosotros, al tratar de evadir Sus razones, buscamos todas las respuestas que nos ayuden a explicarnos el “porqué” de nuestra estancia en una circunstancia de dificultad, sin aceptar que, también, esa “parada en el camino” y aunque no nos guste, Él la ha planeó para nosotros por un motivo específico.
Es curioso como, sólo después de varias veces de leer el mismo libro de la Biblia, pude descubrir la clave para responder a una pregunta tan frecuente: ¿Señor, porqué a mí y porqué aquí?

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