viernes, 10 de febrero de 2012

"Radical"

Es cierto. No vivo en un país musulmán ni recibo amenazas de muerte por mi fe. Puedo acudir a mi congregación y alabar a Dios a todo pulmón. Mi Biblia es casi ignorada si alguien se topa con ella sobre mi mesa de noche y, en la parte trasera de mi auto, con orgullo luzco un pequeño pez que me identifica como cristiana.
Aun así, aunque no lo crean, también padezco de persecución.
Baste con sugerir como normas de conducta los diez mandamientos para que, sin tardanza, me clasifiquen como “fanática religiosa”.
Lo extraño es que, para los que me conocen de hace mucho tiempo, los recuerdos de aquel tiempo en que me prestaban total atención y, hasta me pagaban para que les hiciera predicciones astrales, han quedado borrados. Tiempos en que jamás cuestionaron ni mi moral ni mi honestidad. Los mismos que, ahora, levantan el dedo para descalificarme por mis pronunciamientos sobre la moral que Dios marca. ¿Cómo entender que aceptaran mi palabra como cierta y ahora desechen la de Dios? Es incomprensible.
Pero, es una realidad. Para quienes queremos sostener una postura en contra del pecado, surge un rechazo inmediato pues nuestras “opiniones” estorban. Antes de dar una oportunidad de revisar las consecuencias que han recaído en la sociedad por la devastación moral, prefieren convertirnos en ejemplos de obsolescencia y anacronismo.
Por eso, esta noche, tengo ganas de gritar a los cuatro vientos que, mil veces vivir el ostracismo y la crítica, a vivir una vida negando, que Dios, tiene razón. Elijo, como una libre pensadora, usar esa libertad para revisar sus mandamientos, sus ordenanzas para mí y acatarlas. Me rehúso, abiertamente, a dejarme convencer con banderas de falsas conveniencias personales.
Sí, soy creyente y moriré siendo fiel a Dios. Sí, con total convicción seguiré viviendo conforme a lo que algunos califican de “mandamientos radicales”. Y, sí, prefiero ser señalada y descalificada por mi “moral anticuada”, a vivir con el dolor de haberle fallado a mi Señor Jesús.

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