lunes, 7 de enero de 2013

"Enemigos ocultos"


De algo estoy convencida y es que, la mayoría de las derrotas, ocurren antes de que la batalla inicie.
Cuando el ataque es frontal, podemos medir y valorar al enemigo, cuidar distancia y configurar una estrategia. La obviedad del contrincante nos abre oportunidades para planear el contra ataque. Pero, ¿qué hay de aquellos enemigos ocultos y de los que ni siquiera identificamos como tales? Son como las termitas que destruyen almacenes completos de madera sin que nadie sepa de su existencia, y sólo hasta que el daño es irreversible, se detecta su presencia.
Ese fue el riesgo que vivieron los israelitas que, convocados para la reconstrucción del templo, reciben la primera lanza con la cizaña de la duda y el desánimo de los enemigos de Judá y Benjamín, según nos relata el libro de Esdras en el capítulo 4.
“Entonces el pueblo de aquella tierra se puso a desanimar al pueblo de Judá; y a atemorizarlos para que dejaran de edificar; y tomaron a sueldo contra ellos consejeros para frustrar sus propósitos” (versículos de4 y 5).
Pero los israelitas estaban firmes en la convicción de que Dios les había encomendado la tarea de la reconstrucción y continuaron con la fe puesta en ello, no dando entrada al desánimo inculcado.
Entonces reviso algunos momentos de mi vida en donde, de buena o mala voluntad, he recibido el “consejo” de quienes sólo me transmitieron su propia desconfianza y temores; y analizo mi pasado, no con la intención de inculpar a alguien por mis decisiones, sino porque descubro mi error de permitir el acceso al desánimo, y retirar mi fe en Dios, para depositarla en otros.
En este pasaje, afortunadamente, los israelitas se aferran a la instrucción de Dios con fervor y su voluntad no ceja en su decisión de obedecer. Tal vez por ello es que Dios muestra tan claramente su apoyo, doblegando la voluntad de los dos reyes, Ciro y Darío, proveyendo los recursos para la reconstrucción del templo y poniendo en el corazón de cada participante, no sólo el deseo, sino también los dones para llevar a cabo la empresa.
Si Dios es el mismo hoy y siempre, ¿no esperará de nosotros la misma firmeza y confianza, hoy?

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