De algo estoy convencida y es que, la mayoría de
las derrotas, ocurren antes de que la batalla inicie.
Cuando el ataque es frontal, podemos medir y
valorar al enemigo, cuidar distancia y configurar una estrategia. La obviedad
del contrincante nos abre oportunidades para planear el contra ataque. Pero, ¿qué
hay de aquellos enemigos ocultos y de
los que ni siquiera identificamos como tales? Son como las termitas que destruyen
almacenes completos de madera sin que nadie sepa de su existencia, y sólo hasta
que el daño es irreversible, se detecta su presencia.
Ese fue el riesgo que vivieron los israelitas que,
convocados para la reconstrucción del templo, reciben la primera lanza con la cizaña de la duda y el desánimo de los
enemigos de Judá y Benjamín, según nos relata el libro de Esdras en el capítulo
4.
“Entonces el
pueblo de aquella tierra se puso a desanimar al pueblo de Judá; y a
atemorizarlos para que dejaran de edificar; y tomaron a sueldo contra ellos
consejeros para frustrar sus propósitos” (versículos de4 y 5).
Pero los israelitas estaban firmes en la convicción
de que Dios les había encomendado la tarea de la reconstrucción y continuaron
con la fe puesta en ello, no dando entrada al desánimo inculcado.
Entonces reviso algunos momentos de mi vida en
donde, de buena o mala voluntad, he recibido el “consejo” de quienes sólo me
transmitieron su propia desconfianza y temores; y analizo mi pasado, no con la
intención de inculpar a alguien por mis decisiones, sino porque descubro mi error
de permitir el acceso al desánimo, y retirar mi fe en Dios, para depositarla en
otros.
En este pasaje, afortunadamente, los israelitas se
aferran a la instrucción de Dios con fervor y su voluntad no ceja en su
decisión de obedecer. Tal vez por ello es que Dios muestra tan claramente su
apoyo, doblegando la voluntad de los dos reyes, Ciro y Darío, proveyendo los
recursos para la reconstrucción del templo y poniendo en el corazón de cada
participante, no sólo el deseo, sino también los dones para llevar a cabo la
empresa.
Si Dios es el mismo hoy y siempre, ¿no esperará de
nosotros la misma firmeza y confianza, hoy?
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