martes, 13 de marzo de 2012

"Victoria express"

Después de leer la recapitulación que Moisés hace en los primeros capítulos de Deuteronomio, me pregunto: ¿Eran necesarios 40 años para llegar a la tierra prometida?
Y es que, intercalados en los pasajes de esa parte de la historia de los judíos, puedo ver con claridad el poderío de Dios quien deja claro, a través de sus prodigios, que no tiene barrera alguna para hacer lo que está en su Voluntad y sus propósitos. Entonces, ¿para qué esas guerras perdidas y esos años de peregrinar en un desierto difícil de sobrevivir?
Cierto es que ni el alimento ni la ropa eran problema y, a pesar de las ansiedades de los israelitas, no podían declararse perdidos porque, Dios, jamás dejó de estar presente para guiarlos. Pero, ¿no hubiera podido ahorrarles algo de las penurias de vivir como nómadas?
Es cuando llego a ese momento de la reflexión que encuentro la justificación a la fórmula que Dios utilizó. Para llegar a establecerse y vivir en una tierra de abundancia, era importante que los israelitas pudieran conocerse de cuerpo entero y reconocer cada una de sus debilidades, sus móviles internos, su ingratitud y su verdadera naturaleza. Algo que, a fin de cuentas, se revela en los momentos en que ellos se quejan, se rebelan a Dios, son infieles y vuelven a la idolatría, una y otra vez, antes de confiar en Él.
Cuando pienso en nosotros, los cristianos modernos, nos veo orando siempre por bienestar, desalentándonos cuando la respuesta a nuestra petición no llega y volvemos a ídolos que nos resuelvan lo que Dios, en apariencia, no puede resolvernos. Nos enrolamos en hiperactividad en el trabajo para lograr llegar a la tierra de la bonanza o buscamos con desesperación, en la pareja, la estabilidad y confort antes de acercarnos a Dios para sentir la paz anhelada. El trabajo, las relaciones, las diversiones, el dinero y tantas cosas son los ídolos con los que somos infieles a Dios.
Así que, si pienso en los judíos errantes por 40 años, es como pensar en nosotros los cristianos que tampoco entendemos que, la libertad de nuestro opresor “egipcio”, la muerte, también nos fue dada a través de Cristo y, que las pruebas de nuestro peregrinar por la vida, son para mostrarnos lo que llevamos dentro y para que podamos corregirlo.
Y concluyo que, para los cristianos como para los judíos, en esta vida, no hay victorias express. 

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